EL ORDEÑO Y LA FUSIÓN

EL ORDEÑO Y LA FUSIÓN

LA Casa de Gobierno está abocada a un proceso de socialización de lo que sería un nuevo banco estatal de desarrollo. El proyecto contempla la fusión del Banadesa con el Banhprovi que, en la actualidad, funciona como ventana de segundo piso. La iniciativa fue turnada al Congreso Nacional. Pero como para crear o suprimir un organismo descentralizado la Constitución exige los dos tercios de votos de sus diputados, no alcanzaron el número requerido. Como que no les funcionó la alianza que tenían –en la horneada que hicieron del pan y de los demás bollitos que repartieron– cuando negociaron las candidaturas por consenso. Así que al no lograr la fusión en el Congreso la hicieron –a saber bajo qué novedoso esquema jurídico– con un decreto del Consejo de Ministros.

Desconocemos los alcances de esta fusión, ya que esa información solo es disponible a ciertos sectores privilegiados, cuando ello debería ser motivo de amplia divulgación, incluso publicando hasta el más mínimo detalle en los medios de comunicación y de amplio debate para que el público se entere, en forma cristalina, de lo que está sucediendo. Sin embargo, lo cierto es que ninguna de las instituciones objeto de la fusión cumple a cabalidad, en la actualidad, su cometido. Especialmente Banadesa que no es ni la sombra de la respetada institución financiera que era en el pasado. Hasta que los burócratas y los tacuacines se encargaron de quebrarla. El pobre banco fue piñata para reventar y repartir los dulces entre los que tenían influencia.

Los préstamos se otorgaban por padrinazgo de los poderosos y cuando los beneficiarios no los podían o no los querían pagar recurrieron a las consabidas condonaciones –una y otra vez– que dejaron a la institución crediticia insolvente. Los vivos ordeñaron la vaca hasta que la secaron. No todo fue así. Nadie desconoce que la siembra en el campo es riesgosa. Muchos campesinos y pequeños agricultores no pudieron cumplir con sus compromisos de deuda por bromas que les jugó San Isidro Labrador. Podrían editar un buen libro de cuentos con los nombres de los beneficiarios, los montos prestados, sin respaldo y a pura influencia política, para financiar cualquier aventura. De las readecuaciones otorgadas a sabiendas que jamás serían honradas. Pero ello no solo es la fea realidad de Banadesa sino de otras instituciones autónomas. Tampoco debe ser pretexto para dejar desamparados esos sectores vulnerables y necesarios en la producción nacional que más requieren de financiamiento.

La banca de fomento estatal, es la herramienta de que disponen los gobiernos para incentivar distintas áreas de la infraestructura y de la producción que no pueden ser atendidas por la banca privada. El sistema financiero privado está impedido por ciertos parámetros que lo limitan en el otorgamiento del financiamiento. No puede prestar a sectores demasiado riesgosos. Los campesinos y agricultores en el campo no cuentan con las garantías para acceder a esos préstamos ni pueden pagar el alto interés que –por el alto encaje bancario– cobran los bancos privados. Proyectos para la vivienda popular, para favorecer sectores de escasos recursos, requieren de términos más accesibles y holgados que solo pueden provenir de fondos subsidiados. Y hay otro factor que hemos venido apuntando, pero que a pocos interesa. Como aquí el debate nacional versa sobre lo superficial y sobre los temas de entretenimiento del circo político, no se discuten cosas serias que golpean a la gente. Por ejemplo, ¿qué plan de contingencia hay ahora que están por vencerse las cláusulas de salvaguarda a la agricultura contenidas en el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos? Una vez que desaparezca esa protección, si se quedan de brazos cruzados y no se implementan mecanismos creativos y se dispone de recursos suficientes para financiar el campo, lo van a acabar de arruinar. Y esa ruina va a ser catastrófica arrastrando una enorme parte de la población. A falta de información, sin saber a ciencia cierta si la fusión resuelve en parte ese problema, pero todo eso y más es lo que debieron debatir los diputados, antes de desechar el proyecto.

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