Crónicas del peaje en el país donde ya no hay nada que perder
Por Christian Duarte.
Te levantás un día, vas al colegio o la universidad, y recibís la noticia de que ahora hay que pagar 50% más de matrícula, que hay que pagar laboratorios y que hay nuevos planes de arbitrios (lo que sea que signifique, es más dinero).
Que se enferma el abuelo y que la única alternativa son los hospitales privados y que los medicamentos ya no están subsidiados y cuestan una fortuna.
Que incrementa la tarifa de energía eléctrica porque hay que costear el funcionamiento de una nueva empresa privada extranjera que nos cobra por adelantado. Sin contar todos los costos innecesarios e injustos con los que ya cargás…
¿Hasta dónde llega el salario mínimo (para esa élite que lo recibe, apenas 2 de cada 10 asalariados)? ¿Hasta qué punto resiste un pueblo que lo exploten?
No es raro que más de un millón de hondureños y hondureñas haya emigrado hacia Estados Unidos en busca de mejores oportunidades (u oportunidades, al menos) –lastimosamente, no en primera clase, como las hijas de la Primera Dama.
Pero hay un estadío superior de miseria y explotación. Que ahora, un día de la nada y sin mayor motivo, comiencen a cobrar el tránsito por las calles más importantes de la ciudad.
Sí, increíble. La gota que derramó el vaso. Es decir, el Gobierno, a pesar de que vos les pagás el salario y financiás el Presupuesto de la República, ya había renunciado a darte educación gratuita, salud universal, energía eléctrica barata y accesible, y ahora también, te va a cobrar por caminar por tu propio país, por tu propia casa.
La instalación de peajes a lo largo del Corredor Turístico y la Carretera entre San Pedro Sula y Tegucigalpa es una muestra clara de que a la élite política y económica no le tiembla la mano para sacarle hasta la última gota de riqueza al pueblo de Honduras.
Lo demuestra categóricamente OXFAM en un informe de 2015 sobre desigualdad: “En Honduras […] un multimillonario ingresa anualmente 16,460 veces lo que gana una persona situada en el 20% más pobre de la población”.
Y es que no es lo mismo que una persona pobre (es decir, 6 de cada 10 personas en Honduras) pague el peaje, a que lo pague una persona rica. Para el pobre implica una porción mayor de su ingreso, muchísimo mayor.
Y no es únicamente que implique más en términos relativos, también es que el pueblo hondureño ya pagó por esa carretera y ya paga por su mantenimiento.
En cada compra que se hace, en cada salario que se cobra y en cada impuesto que se paga, los y las hondureños y hondureñas pagan esa carretera, como pagan la educación de sus hijos e hijas, como pagan hospitales, como pagan una energía eléctrica accesible y barata… bueno, en teoría, pagar los impuestos es pagar el bienestar colectivo.
Lastimosamente, como evidencia el ICEFI en su análisis de las finanzas públicas del 2016, el 40% del presupuesto está destinado al pago del servicio de la deuda y a los rubros de seguridad y defensa, en cambio, la suma de lo destinado a Salud y a Educación ronda apenas el 30%.
En el presupuesto se expresan las prioridades de la política de un Gobierno, en este caso: continuar la política militarista y quedar bien con los organismos financieros internacionales, desatendiendo las necesidades de las grandes mayorías en el país. Política que paga el pueblo, el cual, además, debe pagar su educación, su salud, su electricidad y su libre tránsito, a una empresa privada.
A lo largo de los últimos meses –y de forma más intensa en las últimas semanas- se han realizado tomas de peajes y se ha demostrado algo que el mismo pueblo ha venido haciendo de forma espontánea: que sólo un pueblo organizado es capaz de exigir y ejercer justicia.
Las tomas persisten y el pueblo cada vez se indigna más y genera formas más creativas de protesta y de burla al pago del peaje.
Desde ayunos, tomas de carretera, movilizaciones, subir los vidrios del carro y negarse a pagar, hacer el pago exclusivamente en monedas, descargar el enojo con los empleados de COVI, hasta la quema misma de las casetas…
Decía uno de los manifestantes “la violencia la ejercen ellos, que nos quieren obligar a pagar por transitar hasta por nuestro propio país, nuestra propia casa. La violencia la ejercen ellos cuando utilizan al ejército para reprimir a quienes nos manifestamos. A pesar de todo, no tenemos miedo, vamos a seguir protestando, pues en este país ya no tenemos nada que perder…”.
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