La gran conclusión del FMI


La gran conclusión del FMI


Por Héctor Paz Lázarus
Consultor y catedrático universitario


Recibí una imagen que dice “escucha lo que las personas no dicen”. Los sábados voy a lustrar mis zapatos a las 6:00 am al parque Central. Me transporto en taxi colectivo. En el parque estoy más de una hora. Mientras espero mis zapatos, platico con la gente, incluyendo los lustrabotas y las vendedoras ambulantes, que tratan de ganarse la vida honestamente. Compro un café y un pan dulce a una vendedora. El semblante de las personas que veo en el camino luce afligido. El descontento se debe a que vivimos en un país con expectativas materiales y no materiales insatisfechas.

En su visita a Tegucigalpa para revisar los artículos III y IV del Programa Económico, el Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó, según comunicado del 2 de noviembre publicado en su sitio web: “La pobreza e informalidad en Honduras se mantienen altas, mientras que el crecimiento potencial y el empleo bajos. Mientras el gasto social se ha protegido, las reformas estructurales deben enfocarse en reducir el crimen y la violencia, reducir las brechas de infraestructura, sobre todo en energía, aumentar el acceso al mercado financiero de los hogares pobres e incrementar la eficiencia del gasto público”.

Vinieron desde Washington, D.C. a decirnos lo que ya sabemos, vivimos y sentimos los hondureños. El gobierno indica que la pobreza bajó de 65% a 63% entre 2013 y 2014 para volver a subir a 64% en 2015, mientras que la pobreza extrema alcanzó 40% de los hogares. La Tasa de Desempleo y Subempleo pasó de 56% en 2013 a 63% en 2015, o sea, pasó de 2.0 a 2.5 millones de personas en este lapso (INE). Gran parte de la economía formal está débil y no puede absorber productivamente el aumento anual de las personas que se incorporan al mercado laboral, lo que se ha traducido en un agrandamiento del sector informal, que en su mayoría es de subsistencia.

Se proyecta una tasa de crecimiento económico de 3.9% en 2016 (BCH). A esta tasa hay que restarle el factor demográfico (1.6%, INE) porque lo que inquieta al hondureño es lo que quedará en su bolsillo. Así, su ingreso promedio crecería 2.3%, mientras que la Tasa de Inflación sería de 3.5% (BCH), una pérdida de poder adquisitivo para la mayoría de los hogares. El asunto es grave porque los ingresos de la mayor parte de la población cubren solamente el 55% de lo esencial que necesitan, ya que el Producto Interno Bruto per cápita suma apenas US$197 mensuales (INE), mientras que el costo mensual de la canasta básica es de US$355 (INCAP).

En cuanto al crimen y violencia, con la mayoría de los taxistas con quienes platico me dicen que pagan hasta cuatro impuestos de guerra, aparte de que la mayoría alquila el taxi, por lo cual pagan la tarifa diaria, reduciendo sus ingresos. La extorsión sigue siendo de gran magnitud en nuestro país.

En los últimos días, las noticias indican de nuevas masacres a lo largo y ancho del país, por lo cual la inseguridad aún sigue alta y descontrolada.

En el tema de inversión pública, el gobierno central invierte solo L.1.00 de cada L.5.00 que gasta (SEFIN). Ese lempira, según el FMI, debe manejarse con mayor eficiencia, o sea, evitar su desperdicio. Los otros L.4.00 se destinan a gasto corriente, incluyendo transferencias, masa salarial, bienes y servicios e intereses sobre la deuda, principalmente interna. El aumento de la carga tributaria a 17% del PIB era para aumentar la dimensión de la inversión, pero la mayor parte se destina para sostener una burocracia ineficiente.

En inclusión financiera, solo 30% de los adultos hondureños tienen una cuenta en una institución financiera formal (BID). El acceso al crédito resulta difícil porque la mayoría de los proyectos de un micro, pequeño o emprendedor son de baja rentabilidad, ya que la economía crece moderadamente y el poder adquisitivo de la población es bajo, por lo que no podrán vender dinámicamente. La tasa de interés de los préstamos bancarios, a septiembre, tuvo un promedio ponderado en moneda nacional de 19% (BCH). Baja rentabilidad esperada de un proyecto, junto a un alto costo del dinero, restringe el acceso a un financiamiento bancario. Incluso, las instituciones microfinancieras y cooperativas que atienden a poblaciones y regiones bajamente o no atendidas por la banca carecen de la escala y cobertura geográfica, mientras que su oferta de productos y servicios financieros es limitada, lo que dificulta la inclusión financiera (BID).

Nuestra economía está en un punto crítico. Hay tres riesgos. Primero, el efecto Trump en cuanto a su política migratoria y sus consecuencias en el flujo de las remesas familiares; su potencial política comercial proteccionista y su efecto sobre la inversión extranjera y las exportaciones, incluyendo daños potenciales a la industria de la maquila; y la revisión de la asistencia oficial para el desarrollo que da su país, incluyendo el Plan Alianza Para la Prosperidad del Triángulo del Norte, más cuando se dé cuenta que tan corrupto es nuestro país. Segundo, la no aprobación de un nuevo Código Tributario genera incertidumbre porque aún no hay reglas claras y transparentes en esta materia. Finalmente, la cuestión política, que podría causar tensiones sociales. De concretarse estos riesgos, habría pérdidas significativas para Honduras, ya que se ahuyentaría la inversión, aumentaría el desempleo, reduciría el crecimiento económico y habría más pobreza.

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