El Estado contra la MACCIH

El Estado contra la MACCIH

Por: Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario
Diversos sectores de la sociedad civil organizada, a nivel nacional e internacional, han mostrado su preocupación, ante las descalifi – cadoras declaraciones que surgen desde el Estado, hacia el trabajo que realiza, o según ellos, debería realizar la Misión de Apoyo para el Combate a la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCH).

Primero fue el presidente del Congreso Nacional (CN), Mauricio Oliva y después el propio Presidente de la República, Juan Orlando Hernandez, quienes al unísono se encargaron de bajarle el perfil a la Misión, haciéndola ver simplemente como un órgano de acompañamiento y sin iniciativa de denuncia, exigencia o sugerencia.

El detonante fue la elección, a todas luces manipulada por arreglos políticos, de los magistrados del Tribunal Superior de Cuentas (TSC), proceso en el que la MACCIH se involucró desde el principio como observador activo, tomando en consideración que la total independencia de este ente contralor es vital en el combate a la corrupción pública.

La Misión de Apoyo, dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), hizo pública su preocupación, porque desde el Congreso Nacional, se determinó excluir de este proceso a la representación de las organizaciones civiles que pedían participar como veedores.

La Misión ya antes había provocado la molestia de los políticos con la Ley de Financiamiento a las Campañas o Ley de Política Limpia, misma que se aprobó, pero con las reformas a conveniencia de los congresistas y de sus partidos políticos, dicho sea de paso, esta ley sigue siendo trastocada y reformada antes de su publicación en el Diario Oficial La Gaceta.

La MACCIH parece haber encontrado la ruta de trabajo que la población espera y esto genera incomodidad entre la clase política, y no se trata como dijo el mandatario, de cambiar un extranjero por lo nacional, el problema es que lo nacional, refiriéndome a la institucionalidad del Estado, ya colapsó, perdió su independencia de acción, los órganos de aplicación de justicia, policía, investigadores y entes contralores entre otras instituciones, se han convertido en apéndices del poder político, de esta forma no se pueden esperar mejores resultados.

Fue el propio mandatario, quien por voluntad propia o producto de la presión popular, acudió a la OEA en busca del establecimiento de la MACCIH en el país, y es contradictorio, que sea él mismo, quien se encargue ahora de descalificar su trabajo, o cuestionar las declaraciones de su vocero sobre temas que sí le competen a la Misión y sobre los cuales está autorizada a denunciar.

Ante la incomodidad y el malestar de los políticos y de los altos funcionarios, la Misión de Apoyo debe hoy más que nunca, darle vida al observatorio ciudadano anticorrupción que se estableció en su convenio de creación, es solo con el respaldo de la sociedad en general, que se le puede hacer frente a la oposición que seguramente irá creciendo y que vendrá desde las esferas del poder.

El embajador Jiménez Mayor y su equipo, saben que se enfrentan a un gigante de mil cabezas, Honduras necesita de la MACCIH, para el país puede ser quizás la última oportunidad de erradicar un flagelo entronado por décadas, y si ellos van de frente, sin importar a quién molesten o hagan enojar, tendrán con toda seguridad, el respaldo de la población, víctima del abuso y el irrespeto a la ley de quienes deberían procurar ser los primeros en cumplirla y respetarla.

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