Manifestantes y delincuentes encapuchados
Por Miguel Osmundo Mejía Erazo
Profesor y Periodista
Desde épocas antiguas las protestas públicas han constituido una forma de manifestación en favor o no de una determinada causa o acción y durante los siglos, ese derecho es ineludible para los ciudadanos, por tanto las marchas y protestas jamás cesarán mientras perduren las injusticias, desigualdades e inconformidades de cualquiera de los sectores de la población. Las manifestaciones son necesarias pero deben ser bien organizadas o dirigidas por los que luchan por una causa, recuerdo haber participado en marchas y manifestaciones pacíficas que sin llegar a la violencia ni física ni verbal, tiempos atrás cuando la moral y las buenas costumbres eran una práctica diaria inculcada por nuestros padres y nuestros maestros, hoy en día ambos en algunos casos son los azuzadores de primera línea.
Me ha inquietado escribir este artículo el hecho que ya días vengo observando cómo los encapuchados cometen actos vandálicos,algunos de ellos delincuentes infiltrados, otros estudiantes universitarios que han ocultado su rostro para evitar ser enjuiciados, y sin duda algunos agitadores de oficio, pero lo indignante del caso es lo que vimos recientemente por la televisión y en la prensa escrita, estos encapuchados mancharon las paredes del Ministerio Público enfrente del condón policial en la propia cara de los policías, poco faltó que les pintaran los cascos o los escudos, luego dos encapuchados tranquilamente pintaron de negro una patrulla de la Policía Preventiva sin ninguna reacción de los uniformados, estos dos hechos aparte de ser una burla e irrespeto a la autoridad, la considero una extrema tolerancia, porque bien pudieron capturar a estos infiltrados porque estaban cometiendo un ilícito al poner en peligro la vida de los compatriotas indígenas y sus niños que pacíficamente y con todo el derecho protestaban frente al edificio de la Fiscalía General de la República.
En los últimos años las manifestaciones públicas con o sin justificación alguna se han convertido en el terror de los ciudadanos y más de aquellos propietarios de establecimientos comerciales por donde van a pasar los manifestantes, pero también hemos observado cualquier cantidad de marchas pacíficas que han impactado en el pueblo hondureño y aún en las mismas autoridades, allí tenemos el más reciente ejemplo de “los indignados” que realizaron muchas manifestaciones pacíficas, las famosas “marchas de las antorchas” con excelentes resultados hasta que se metieron los políticos y desarticularon el movimiento. Una verdadera lástima en este último caso porque el clamor de la juventud y grupos serios de la sociedad civil que se habían involucrado en este movimiento hicieron reflexionar a propios y extraños.
Actualmente observamos un gobierno tolerante y permisivo hasta cierto punto, los sectores de oposición no pueden compararnos con países como Venezuela, donde la crisis social por la intolerancia y actitud dictatorial de un gobernante tiene sufriendo a la mayoría de un país poseedor de las más grandes reservas petroleras del mundo, no descartamos que existen en nuestra Honduras algunas actitudes intransigentes e intolerantes provenientes del gobierno y de la oposición, olvidándose del bien común por los mezquinos intereses personales. Un pueblo debe ser sumiso solamente a Dios, tenemos derecho a pensar diferente, a criticar y oponernos a todo aquello que nos perjudica, a protestar si es necesario pero todo esto, obviamente dentro de los cánones del respeto a los demás, la propiedad privada y la autoridad, desde el soldado o policía hasta los altos jerarcas en espera de la reciprocidad, necesaria para vivir en paz y armonía, utilizando el diálogo frontal y no escondiéndonos las caras para cometer ilícitos. Ya se acercan los días difíciles de contenernos por el fervor político, pero sugiero usar la tolerancia y el respeto a las ideas de los demás.
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