NO SE CUMPLIÓ EL VATICINIO AGORERO

NO SE CUMPLIÓ EL VATICINIO AGORERO


Editorial La Tribuna

REALMENTE hay que ser demasiado sectario para no reconocer que el país ha tenido una importante recuperación en materia de seguridad. Si bien no es como para echarse a dormir tranquilo, porque el flagelo aún es motivo de zozobra en la ciudadanía, nada comparable a cuando el país era considerado el más violento del mundo. Más o menos allá cuando aquí se puso de moda el tema de “los Estados fallidos” –tesis promocionada por mucha de la intelectualidad criolla– influenciado por esas visitas que nos llegan de afuera que, asombrosamente en el patio doméstico, merecen tanto respeto en detrimento de la credibilidad que se le da al valor nacional. Solo es cosa que uno de esos forasteros visite el país bien a promocionar su libro, a dictar conferencias magistrales o a meter sus narices en asuntos internos –que hasta por ínfimo orgullo deberían ser materia reservada a los nacionales– para que ello sea motivo de celebración de tanto grupo contestatario.
Una anticultura que poco contribuye a elevar la autoestima nacional. Lo de afuera es lo bueno, lo creíble, mientras adentro no encuentran nada bueno ya que todo es inútil. Si alguien saca la cabeza con alguna orientación, un buen consejo, o alguna propuesta patriótica, hay que buscar cómo cortársela. Que nada brille para que todo luzca opaco. El modus operandi consiste en descalificarlo todo, con ese burdo lenguaje de mecapaleros que aprendieron de sus maestros. Así que alguna satisfacción debe ofrecer que esos vaticinios agoreros para la sufrida Honduras, de esos intelectuales admirados que caen del exterior, no se cumplieron. Algo bueno, o alguna combinación de respuestas oportunas se antepusieron para frenar esa caída hacia el abismo. En parte, el solo hecho que el país recuperase su camino democrático y no sucumbiese presa de aquellos grupos fanáticos que instigaron odio y división en la familia hondureña, durante aquel conflicto político –ya bastante desacreditados pero sin el pundonor de reconocer el daño que causaron, continúan sonando sus ruidosas maracas– que de haberse salido con la suya, lo habrían empujado a un caos sin remedio.
El cambio, por lo menos en este aspecto, es evidente. Dicho sea de paso un proceso que le cuesta al país enorme sacrificio y –ante la escasa ayuda internacional que entrega el aporte a cuentagotas– gasto de recurso nacional que pudo haberse invertido en ingentes necesidades sociales. Pues bien, pese a la queja que no ha habido depuración policial, las tablas de su propio observatorio certifican que la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes ha tenido tremendo bajón. Las muertes violentas –reporta la UNAH– en el 2015 se han reducido en un 12.9% en relación al año anterior. Esta no es revelación del observatorio ya que anteriormente un informe publicado por el Índice Global de Paz (IGP) ya anticipaba esa significativa reducción de las muertes violentas. De acuerdo a ese informe “Honduras se encuentra en el Ranking Global de Homicidios con (116), seguido de Guatemala (118), El Salvador (123). Honduras obtiene la mejor calificación desde que IGP comenzó el ranking en 2008”. “En 2008 Honduras se ubicó en el puesto 136 con una tasa de 58.23 homicidios; en 2009 (137), la tasa fue de 66.84; en 2010 (140) con 77.50; al 2011 (129) estuvo en 86.47 y en 2012 (134) con una tasa de 85.53”. “En tanto el 2013 (127) con 75.17 homicidios; el 2014 (123) llegó a 66.78; y en 2015 (116)”. “Esto representa una diferencia de 8.95 menos en la tasa parcial proporcional de la reducción en comparación con el mismo periodo de año pasado”. Si no se marearon con las cifras, la conclusión es que traducen a números lo que en palabras dijimos anteriormente.

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