Cumbos mutuos

Cumbos mutuos



Por Roberto C. Ordóñez

La calabacera es una planta rastrera que produce una fruta llamada calabaza de diferentes formas y tamaños. Redondas, alargadas y unas que con un poco de imaginación libidinosa pueden compararse con el cuerpo de una mujer hermosa, con una cinturita de avispa y un nalgatorio como de zompopo en mayo, cuando estos insectos se ponen más culones comiendo tiernos brotes de hierbas. A los recipientes hechos de calabazas les decían cumbos, como el que lucía amarrado a la cintura mi amigo el doctor Enrique Ortez Colindres en su propaganda, cuando quiso ser presidente de la República. Los ingeniosos periodistas lo apodaron “El Hombre del Cumbo”.
Estos calabazos o cumbos son a veces de gran tamaño y los campesinos de antes los utilizaban para llevar agua cuando iban a trabajar a sus milpas. A la cintura del calabazo le amarraban una cabuya que colgaban del hombro para transportar el precioso líquido. Digo los campesinos de antes porque desde que se inventó el plástico, los campesinos modernos (de los cuales quedan muy pocos) el agua la llevan en botellas plásticas de refrescos o en galones del mismo material no degradable y grandes contaminantes del ambiente.
A las calabazas redondas se les daba diferentes usos. Partidas por la mitad servían como huacales o guacales (del náhuatl huacalli) para tomar sopa, agua, café o chicha, según el gusto del cliente. También se usaban para tomar leche caliente al pie de la vaca. Las amas de casa las usaban como utensilio para fregar ropa sobre piedras en quebradas y ríos. Los olanchanos les decían barcos a los guacales.
Cuando los cortaban en cuatro partes, los cuartos servían como cucharones para remover o extraer los alimentos de ollas hirvientes. Recuerdo a las cocineras probando el sabor de las comidas sorbiendo ruidosamente la sopa o lamiendo una porción del guiso que después de lamido echaban de nuevo a la sartén o a la olla.
Hablo de los calabazos y guacales como cosas del pasado, porque en los tiempos de la modernidad desaparecieron para dar lugar a los recipientes sintéticos.
Pero la palabra “cumbo” tiene otras acepciones, sobre todo en el caliche o modo coloquial de hablar de algunos centroamericanos. Significa también algo que está torcido y no recto; adulación, piropo o zalamería.
Toda esta introducción sobre los calabazos y cumbos viene a mi memoria porque una vez que asistí a una reunión con tecnócratas -de los que se pusieron de moda en los gobiernos de los militares que se decían apolíticos- oí a uno de ellos decir a sus colegas: “No se les olvide que entre nosotros debe prevalecer la política del cumbo mutuo. Cada vez que haya oportunidad de referirse a cualquiera de nosotros hay que ponderar nuestras virtudes. Vos hablás bien de mí y yo hablo en bien de vos, o sea que nos cumbearemos mutuamente”.
Años después, cuando algunos de los tecnócratas y otros que aparecieron posteriormente aconsejaban al gobierno con el nombre de “Chicago Boys”, porque seguían las enseñanzas del economista Milton Friedman, premio Nobel de Economía y catedrático de la Universidad de Chicago -que aconsejó exitosamente al general Augusto Pinochet Ugarte cuando fue dictador en Chile- oí a uno de ellos decir lo mismo en relación a la política del cumbo mutuo.
La estrategia del cumbo mutuo dio buenos resultados a la cofradía de los tecnócratas, porque algunos desde aquellos viejos tiempos no se han despegado de la teta del Estado. Siguen mamando, solo con las interrupciones cuatrienales cuando cambia el color de la bandera del gobierno.
Los que no dieron bola fueron sus consejos. Privatización de las empresas del Estado y todos sabemos lo que pasó. Las que no vendieron baratas las regalaron, como la cementera de Comayagua y un hotel a medio palo en Tegucigalpa para que los militares construyeran un hospital, pero estos lo vendieron y los nuevos dueños terminaron el hotel.
Tampoco dio bola su consejo de devaluar el lempira, porque no ganamos nada. Perdimos con el encarecimiento de los precios.
Insólito. Un diputado de Libre propone eliminar los exámenes de admisión en la UNAH y otro funcionario quiere que los estudiantes de secundaria pasen lisos, sin examinarse. ¡Tienen la calabaza hueca! ¡Qué ideotas!

Comentarios

Entradas populares