LAS MASACRES Y LAS CULPAS

LAS MASACRES Y LAS CULPAS


Editorial La Tribuna

"VUDU"



CADA vez que ocurre una atrocidad de esas que impactan al público –por la cantidad de cadáveres y la brutalidad de la masacre– las reacciones de distintos sectores no se hacen esperar. No hay mucha propuesta –de cómo remediar la aciaga situación que se atraviesa– que salga de manera bien pensada; analizando el fondo del problema o intentando llegar a las raíces de esta conducta delincuencial. Cada cual brinda su criterio a la diabla, en forma improvisada, o bien en el contexto de la agenda que desea impulsar. Los diputados, son los primeros que ofrecen reformar las leyes. Endurecer las penas o quizás volver a debatir el tema de la pena de muerte. O bien desengavetar una reforma a la Ley de Portación de Armas, para enzarzarla más. Ello es, limitar el número de armas que puedan registrarse y hacer el proceso más tedioso, de modo que la gente honesta quede desprotegida, mientras no hay forma de controlar el arsenal de los delincuentes, ya que esos obtienen sus armas en forma clandestina y, ni que fueran papos, van a ir a registrarlas.

Como es más cómodo echar culpas que encontrar soluciones o comprometer tiempo y recursos a paliar las arraigadas causas de la violencia, hay que irse a lo sencillo, a buscar culpables. Digamos los periódicos por publicar fotografías; en vez de encararlas es mejor ocultar realidades que estorban o lastiman, ya que “ojos que no ven corazón que no siente”. Algunos políticos de la oposición ven en la narrativa una oportunidad para atacar al gobierno. Y como aquí lo que sobra es la libertad de expresión –para suponer, para insinuar, para prejuzgar– nada cuesta ejercitar ese derecho. Hay quien supone que las “masacres fueron planificadas para que el imperio se apiade de nosotros y suelte dinero”. Los “compañeros de viaje” prefieren una tesis que provoca más descrédito, ello es “la de los escuadrones de la muerte, ya que el Estado tiene una política de exterminio de los jóvenes”. Por allá dirá la academia que estas desgracias ocurren porque no hay “depuración policial” a lo que la Policía responde que por mucha depuración que hagan de poco sirve cuando de lo contencioso reintegran los destituidos, obligándolos a pagar millonarias sumas de prestaciones en salarios caídos. Rápido se olvida, como medida atenuante en el debate, la reducción dramática de la tasa de homicidios. O que el país ya no cargue con la vergüenza de ser el más violento del mundo, mientras internacionalmente reconocen el empeño de la autoridad al bajar esas ignominiosas cifras de homicidios. No como para acostarse a descansar en paz, como si la pesadilla ya hubiese concluido –ya que continúa la zozobra por la inseguridad– pero suficiente como para acreditar un progreso significativo. Tampoco interesan las extradiciones efectuadas para descabezar los carteles del crimen organizado o las capturas que a diario se realizan de bandas criminales, cuando antes eran contadas las veces que agarraban a algún facineroso.

En la oficina del Comisionado de los Derechos Humanos lo que llevan son estadísticas para informar que en 2 años ha habido 85 masacres. La solución que se les ocurre es “convocar al Conasin” para que los entes estatales que, dicho sea de paso, ya están involucrados en la formulación de políticas gubernamentales en materia de seguridad –las secretarías de Gobernación, Justicia, Seguridad, el Conadeh, la Fiscalía, la Corte Suprema– más los empresarios, los obreros, los campesinos, las asociaciones de alcaldes, vayan a asesorar al gobierno. Solo falta que a lo anterior le agreguen las “veedurías alienígenas” y el “acompañamiento internacional” porque aquí anda tan baja la autoestima que lo extranjero es lo confiable mientras las instituciones criollas son ruines y el valor nacional, inútil. Lo cosmético es lo que aflora cuando no hay cultura de estudiar las cosas a profundidad. Y es que para lo primero no se requiere más que el esfuerzo de abrir la boca, mientras para lo segundo, se ocupa dedicación, compromiso y talento que aporte soluciones creativas.

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