Depuración policial, una farsa más

Depuración policial, una farsa más


Editorial El Heraldo

Antes del asesinato en 2011 de dos jóvenes universitarios, incluyendo el hijo de la rectora de la UNAH, en los medios de comunicación se mencionaban continuamente asaltos, tráfico de drogas, ejecuciones sumarias, asesinatos selectivos, secuestros y otros delitos en los que participaban “hombres fuertemente armados vestidos como policías” y a veces hasta transportándose en patrullas.
La ciudadanía se quejaba de la inacción tanto de los uniformados como de los policías de investigación que, al igual que los voceros policiales, armaban sus excusas con el pretexto primario de que estaban “luchando con las uñas” en contra de la delincuencia, ya que a veces no tenían vehículos en buen estado para movilizarse, que no había combustible ni equipos de comunicación, etc, etc.
Los ministros de seguridad, al igual que los jefes policiales, por lo general con grandilocuencia demagógica e ínfulas de “superhéroes”, con fanfarronadas y hasta mentiras puras, también hablaban de éxitos contra la delincuencia, aunque resulta prácticamente imposible creer que ignoraran la podredumbre que si bien era de público conocimiento desde los tiempos de las regímenes, fue oficialmente reconocida y abiertamente divulgada en los medios de comunicación después de 2011.
Ahora, en el presente, queda al descubierto, una vez más, que la fuente de corrupción policial y de resistencia a la cacareada depuración, continúa en la cúpula misma de la Secretaría de Seguridad y de las policías; porque no puede interpretarse de otra manera que a pesar de los esfuerzos hechos en el Congreso Nacional, de las grandes cantidades de dinero invertidos con enorme sacrificio de los contribuyentes no se haya cumplido siquiera uno de los primeros pasos para adecentar a los cuerpos armados: expulsar de la Policía Nacional a quienes no pasaran las pruebas realizadas por la Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera Policial (DIECP).
Lo anterior significa simple y llanamente que no hay tal depuración. Y, seamos honestos, sin depuración policial no puede haber lucha efectiva contra la inseguridad

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