El movimiento de los indignados, los ciudadanos que aborrecen la corrupción que hemos venido enfrentando a través de décadas porque llegaron los políticos a saquear las arcas del Estado y como nadie ha rendido cuentas tras las rejas se levantaron al unísono como un solo pueblo.
Ver las multitudes llenar las calles, bulevares con sus antorchas encendidas exigiendo que la CICIH se instaurara en estos lares y que se procediera a revisar cada acto de corrupción y llevar a los tribunales a Alí Baba y los 40 ladrones es y será algo muy noble.
Unos a la bulla y otros a la cabuya, ya que si el movimiento es y será de las personas indignadas que no han tenido vela en los casos de corrupción, los líderes señalados en el pasado al ver la multitud empezaron a sacar provecho de la acción emprendida, siendo tan deshonestos que claman a los cuatro vientos que cese la corrupción e impunidad cuando ellos mismos llevaron a la quiebra al país.
Acaso no recordamos cuando no hubo presupuesto durante dos años consecutivos, cuando teníamos en la bolsa la condonación de la deuda externa de los cuales se podían invertir más de cuatro mil millones de lempiras anuales durante varios años y el dinero de la Estrategia de la Reducción de la Pobreza quedó despilfarrada.
Los eventos nos orillaron a sacar al villano en pijama y bajo ciertos acuerdos oscuros lograron los saqueadores quedar en total impunidad. Hoy se parten el pecho como palomas blancas.
De todos es conocido que el actual gobernante tiene mucho que ver en que el pueblo esté en la lipidia, ya que como presidente del Congreso Nacional nos empaquetó más de una decena de carga tributaria dejando esquilmados los bolsillos de todo mundo. Hoy, la vida es más cara y deja en la pobreza a millones de ciudadanos.
La tragedia de la Seguridad Social donde embarran a los anteriores gobernantes y a los actuales y que “no se oye compadre” es otro dolor que como pueblo sufrimos.
Más la entrega sistemática de los servicios de salud porque la Secretaría de Salud ya no pudo con la responsabilidad que le compete al Estado y sus gobernantes atender como es dar salud al pueblo de Honduras.
Llamamos a la CICIH para que venga a descubrir la cloaca que sufrimos como gobernados, a señalar a los corruptos y meterlos presos, más el gobernante salió largo y nos clavó una paralela en complicidad con el enviado de la OEA.
Es triste que los indignados que siguen clamando en la calle se disuelvan como vapor de gasolina que dio el combustible para poder incendiar y meter fuego a la corrupción e impunidad y ahora están como cohetes quemados.
Todo lo anterior porque dentro del grupo de dirigente pretendieron considerarse mejores que otros, que bajo la influencia nefasta que tiene el partido Libre que son los cuatreros que han querido incendiar el país se pretenda dar relevancia a las pretensiones de dicho partido que es llegar al poder para poder joder.
Una cosa es luchar en resistencia donde prima el amor a Honduras, otra es luchar por la resistencia que pretende instaurar gobiernos populistas que dejan masas de trabajadores convulsionados en doctrinas que se han esfumados porque no dieron el ancho y encerraron al pueblo bajo gobiernos totalitaristas.
Ya los indignados se replegaran, serán muchos, no los miles y miles que salimos a marchar que trataran de que no muera, mientras existan intereses de grupo y cuando la lucha ya no es popular sino partidaria es mejor decir hasta aquí, no más.
Lo que más da coraje es el cinismo de gastar millones de lempiras en publicidad, cuando deberían ser invertidos en la construcción de carreteras para a los pueblos postrados, en la creación de nuevos centros de estudio, las medicinas en todos los centros públicos, oportunidades para todos los que salen de las universidades, que no existan la discriminación por ser pobre y analfabeto, dar oportunidad a las mujeres para ser partícipe en todas las actividades que las lleven al solio presidencial.
Seguiremos colocando el dedo en la llaga hasta que la pus salga, cuando exista el interés genuino de cambiar las cosas, entonces otro gallo nos cantará y podremos ser un pueblo libre.
Mientras, solo seremos llamaradas de tusa y al consumirse dejarán de brillar porque las antorchas se encendieron pero nunca ardieron, un soplo de política la apagó
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