MUNDO DE PARADOJAS

MUNDO DE PARADOJAS


Redaccion La Tibuna

HOY queremos reflexionar sobre un tema que ha sido, y sigue siendo, el eterno dilema del hombre en todos los tiempos: alcanzar la igualdad y el bienestar. Siempre ha sido así y ahora más que nunca. Vivimos en un mundo plural, de plurales y controvertidos intereses y enérgicas demandas de los pueblos, que luchan de todas formas por cambiar el rumbo incierto de sus vidas. Que no han podido asirse al optimismo, porque en muchos de ellos la miseria es aplastante.
Bien puede decirse que igualdad y bienestar son palabras huidizas, que no tocan la realidad del hombre, angustiado por los mordiscos del tiempo, sin pecar de exagerados, aún antes de nacer. Igualmente puede afirmarse que son utopías que caen en el ámbito de la República Ideal de Tomás Moro y en el empecinado molde de una vida nueva, con un nuevo trato, diseñado por Juan Jacobo Rousseau en el “Contrato Social”.
No puede desconocerse que por ese anhelo legítimo de los pueblos, se seguirán derramando muchas lágrimas y mucha sangre; se continuarán abriendo heridas y tumbas, sin que los protagonistas del drama logren siquiera aproximarse a sus objetivos. No obstante, se mantendrán firmes en sus creencias e ilusiones. Esa es su naturaleza. El hombre es insatisfecho. Y, en razón de esa insatisfacción, en diferentes etapas ha propiciado extraordinarias sacudidas que han conmovido a la humanidad y parado los relojes de la historia. De modo, pues, que igualdad y bienestar son términos que se aproximan, casi se tocan, aunque en puridad son sofismas. El día que los hombres sean medidos con el mismo rasero, es de esperar que al fin habrá justicia y felicidad sobre la tierra.
En ese orden de ideas, el igualitarismo, que es una doctrina que trata de las clases sociales, quizá nunca sea una realidad. Hoy están de moda otros vocablos. Por ejemplo, en casi todas las sociedades se habla diariamente de inclusión, de prolongar sin distingos de ninguna índole, a los sectores tradicionalmente marginados. Lo mismo ocurre con el bienestar, que sólo nos roza en forma efímera. Por eso decíamos que igualdad y bienestar son inasibles, como la luz y el aire. Son, por así decirlo, los claroscuros de la existencia, pero quitadlos al hombre y tendréis un ser vacío. Su empeño y audacia no tienen bridas. Busca el poder y si es absoluto, mejor, aunque éste lo obnubile y lo haga perder el sentido de la proporción y la dimensión de lo justo. Más tarde podrá hastiarse y cometer las peores barbaridades.
Los ejemplos abundan especialmente en la atormentada historia de Latinoamérica. Pero hay otro tipo de hombre: el que busca acrecentar riquezas, registrando en sus computadores fabulosos activos monetarios. El dinero es para éste el centro del universo. Los pobres, en cambio, van tras las esperanzas de un mañana mejor. A muchos les basta un trabajo justamente remunerado y poseer el tesoro más preciado: su salud y comer los tres tiempos.
Los humanos, en fin, bracean en un mar de paradojas, siempre a tientas, santificando verdades que luego se convierten en mentiras.

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