Terciar en temas tabús



Terciar en temas tabús

Por Óscar Armando Valladares

Unos días hace que el señor Héctor A. Martínez, sociólogo y articulista, abordó en LA TRIBUNA el tema del ateísmo, en razón de que otro columnista, Otto Martín Wolf, en un diario sampedrano denotó su descreencia, molesto no tanto por el hecho en sí, más bien por darlo Otto a saber y, con ello, acarrear confusiones y dudas de fe en lectores propensos a esa inclinación, al parecer pecadoriza.

Del asunto referido, sacó una varia lección: la escasa tolerancia, en este caso religiosa, que impide ver con buenos ojos ni aceptar la doctrina del laicismo -de que Martín sea ateo y sea Martínez teísta- y el olvido inadmisible de que el principio laicista posee estatus legal, a tenor de lo cual “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” (según el Artículo 18), y asimismo “el derecho a la libertad de opinión y expresión”, “el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión” (según el Artículo 19), contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos”.

La compulsión de objetar la libertad de expresión y de creencia, nos mueve a retrotraer la sombra inquisicional del Santo Oficio y del crimen de herejía, e igualmente el dramático recuerdo de Francisco Morazán enfrentado en Guatemala al arzobispo ibero, Casaus, en primera instancia, y luego al padre Reyes, en el marco conflictivo del Estado liberal y una iglesia levantisca, con la lluvia consiguiente de dicterios y amenazas sobre el mártir unionista: “El criminal Morazán,/ el Nerón, el Diocleciano,/ el asesino tirano/ del inocente Durán,/ contra quien pidiendo están/ al cielo venganzas justas/ tantas víctimas augustas/ que ha inmolado la ambición / de su negro corazón/ con felonías injustas”.

Al margen del ateísmo marxista, del ateísmo existencialista, como apellida un padre y filósofo español al de Sartre, Camus y otros epígonos de esa tendencia filosófica contemporánea, el ateísmo no precisamente ideológico, permanente o circunstancial, suele devenir de un proceso crítico individual que va colocando en entredicho principios y cultos sacros, generalmente heredados; entredicho sustentado en la conducta indecorosa de ciertos ministros del Señor; en el cotejo que articula la razón; por ejemplo, entre el halo de pobreza y humildad que rodeó la vida y obra de Jesús, como relatan los cuatro evangelistas en páginas hermosas del Nuevo Testamento, y la modernidad cristiana, con sus iglesias, templos, basílicas, de suntuaria arquitectura, por ningún punto compatible con el pesebre palestino en el que aquel exhaló su inaugural vagido; en fin, en hechos de ascendente actualidad -bombardeos e invasiones militares, vuelos sorprendentes al cosmos lejano, violencia espeluznante- que mueven a más de alguno a preguntar: ¿“Dónde está Dios?”, iterando las palabras de Odacro al caer muerto por Teodorico, que figuran en el Libro de los héroes y recoge Jorge Luis Borges en sus estudios germánicos.

Y, si el tema se reubica en la patria, en la Honduras del presente, ¿qué decir de la religión engarzada en lo político? Hogaño, por más señas en un año electoral, han tomado su lugar propagandístico -y sin que a nadie moleste- hojas que, admítase o no, ponen en brete los maderos de la fe por cuanto destinan al Padre y al Hijo a la promoción de la causa sectaria oficialista. He aquí en resumen estas “perlas”, cohonestadas por la estrecha cercanía de las cúpulas eclesiales.

“Nuestra fe en una Honduras en paz… está dando frutos. La salud mejora y hay más medicinas en los hospitales. Más de 200 días reciben nuestros niños en las escuelas y se acabaron las huelgas. Comienza a verse la inversión extranjera; se construyen carreteras, puentes…; poco a poco generamos empleos. Con fe y optimismo se reciben más ayudas… Porque somos temerosos de Dios y seguimos los principios que Cristo nos enseñó, siempre tendremos la protección divina. Sigamos teniendo fe y muy pronto seremos bendecidos más… Sigamos adelante”.

Que la religión -sin fanatismos nocivos- bien servida y profesada, es útil, nadie endilga lo contrario; que hay ateos vulgares, es verdad y lamentable. Tolerancia, como acción y efecto de respetar las creencias y prácticas ajenas, cuando son diferentes o contrarias a las propias, y un sincero ejercicio confesional, que implique un comportamiento ejemplar de pastores con sus fieles, pueden generar, junto a la dinámica de otros factores, estados de efectiva convivencia social, en un mañana que ciertamente deseamos se halle más acá de la lejanía.

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