Castillo de naipes

Castillo de naipes

Por: Julio Raudales
Escribí el título de estas líneas a propósito del inicio de la quinta temporada de la popular serie de Netflix. Sé que muchos de mis lectores la siguen porque intuyo que quienes acostumbran a leer esta columna son apasionados de la política y la economía.

Los científicos sociales gustan mucho de especular sobre cómo debería ser una sociedad ideal. Para Robert Nozick, profesor de filosofía política de Harvard, un estado libertario es lo más parecido al paraíso en la tierra. Otros, como el neomarxista Gerald Cohen, piensan que la justicia requiere de igualdad. Justo en medio de ambos extremos encontramos a John Rawls, quien aduce que los seres humanos alcanzamos nuestro mayor bienestar como especie cuando se da un equilibrio entre la libertad individual y la protección a los más desfavorecidos.

En todo caso, los estudiosos del tema coinciden en que una sociedad perfecta requiere de políticos profesionales, es decir, personas cuya motivación fundamental es la búsqueda del bienestar de aquellos para quienes trabajan, muy por encima de sus intereses particulares.

Este supuesto contrasta radicalmente con la imagen de los personajes que vemos en la serie citada, en la que un inescrupuloso diputado estadounidense, acompasado por su igualmente maquiavélica esposa, urde una trama para asirse con el poder de la nación, sin mediar ninguna motivación ajena a su desmesurada ambición.

Lo trágico del asunto, es que la serie se limita a describir una patética realidad. Aunque parezca increíble, la conducta y personalidad de los protagonistas de “House of Cards” no dista de la misma de los políticos en la vida real en cualquier país del mundo. Habría que viajar mucho y quizás es más correcto decir que habría que soñar bastante para encontrar algún paraje en el que los gobernantes y quienes aspiran a ello, lo hagan por motivos altruistas. Honduras no es la excepción.

¿Qué es lo que hace tan atractiva entonces a la famosa serie de televisión, si se parece tanto a la vida real? Creo que es fundamentalmente el escenario en que se desarrolla. Los personajes de la historia se las han ingeniado para vulnerar las instituciones norteamericanas, de tal manera que la nación se ve como cualquier república tercermundista, proclive a permitir el nepotismo, la coima, los crímenes y cualquier otra forma de corrupción.

Y no quiero decir que no haya corrupción en los Estados Unidos. El asunto estriba precisamente en que cuando alguien es cogido en alguna circunstancia ilegal, el peso de la ley le aplasta de tal manera que resulta bastante caro el costo como para que siquiera valga la pena intentarlo.

Ejemplos hay muchos como para corroborar que así ha sido, aunque nada garantiza que las cosas no puedan cambiar, los países siempre pueden estar peor y alcanzar un determinado estadio de desarrollo, no garantiza inmunidad contra la decadencia. La historia está repleta de casos paradigmáticos.

Lo realmente triste del asunto, es que la realidad vivida en House of Cards, es la misma que nos toca enfrentar a la mayoría de seres humanos del planeta. Salvo los casos excepcionales de EUA, Canadá, Europa Occidental y algunos países de Asia, la mayoría de los súbditos de más de 170 estados en el mundo, vivimos bajo la tiranía de políticos que dedican su vida a satisfacer sus abyectos deseos de poder, sin considerar que en el camino dejan una estela de horror, miseria, muerte y decepción.

Lo vemos todos los días en las noticias: políticos que cambian las leyes a su conveniencia, intrigas que terminan en golpes de estado y a veces en tragedia. Acá muy cerca de nosotros, un presidente que se ha reelegido ya 2 veces y que ahora osó darle la vicepresidencia a su mujer, emulando a Frank y Claire Underwood. ¡En fin! y estas cosas nos acechan cada vez más acá en el patio.

No es que la gente de aquí sea peor que los señores de USA. Ya podemos experimentar día a día la maldad de un presidente americano inescrupuloso y felón. La única diferencia es que allá, las instituciones funcionan y no lo dejan concluir sus locuras. Acá en nuestras Honduras, no sería raro ver cómo el actuar irresponsable de los políticos, termine por derrumbar su castillo de naipes.

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