Francisco y Trump, los desiguales
Francisco y Trump, los desiguales
Por: Juan Ramón Martínez
Nunca antes, se habían encontrado dos jefes de Estado tan distintos, como acaba de ocurrir en Roma, en la cita entre el Papa Francisco y el presidente Trump de los Estados Unidos. Una periodista que despacha desde el Vaticano, dijo que se parecen, ambos, como el agua y la manteca. Mientras el uno predica la paz, promueve la misericordia y enseña el respeto al planeta que nos hospeda; Trump, es el ángel de la guerra, la confrontación, el aislamiento, el constructor de muros para separar a los humanos, buscando que el mundo retroceda y vuelva por los caminos de la bipolaridad, colocando en peligro la existencia del planeta Tierra y poniendo en precario la vida sobre el mismo. Ante tal disparidad de caracteres, la cita –breve como son todas las que ofrece el Santo Padre a sus colegas jefes de Estado y con gesto adusto– parece sin sentido. Más que la búsqueda de acuerdos, se trata desde la perspectiva de Trump que buscó la cita, más por un ejercicio de relaciones públicas, que de la continuidad de un reality show, en que busca justificarse y darse seguridad antes de emprender la cruzada contra China y Corea, destruyéndolas, antes que crezcan en su poderío nuclear que pueda comprometer la existencia de los Estados Unidos, como única potencia mundial. El santo Padre Francisco, que ya logró que los Estados Unidos de Obama no intervinieran en Siria, ha tratado de hacer entrar en razón a Trump que, con una visión maniquea de las cuestiones mundiales, ha caído en brazos de los halcones militares que predican, encabezados por másters, Jefe del Consejo de Seguridad, que hay que destruir a Corea del Norte y China, antes que desarrollen capacidad nuclear que ponga en peligro a los Estados Unidos.
Los dos, se conocen bastante bien, entre sí. Más Francisco a Trump que, este al Santo Padre que vive en Roma, dentro del pequeño estado Vaticano. Francisco ha puesto en duda el cristianismo de Trump, por su vocación de construir muros y separar a las comunidades humanas. Incluso le ha criticado por el tema de los inmigrantes. Mientras Francisco recuerda su pasado de tal, Trump olvidando el suyo, los ve como enemigos, especialmente a los islámicos y a los hispanos. En tanto Francisco, predica la paz entre las naciones, Trump, busca enemigos por todas partes. Haciendo que se debilite el liderazgo de los Estados Unidos, especialmente en los planos morales y de defensa de los derechos humanos, central en el discurso de los últimos cuatro gobernantes de aquel país.
Y mientras Francisco predica la paz y el entendimiento entre las naciones, Trump busca enemigos, provocando encordios y creando animosidades, bien con sus ataques espontáneos y viscerales; o actuando, simplemente, como ocurrió con la bomba más mortífera, solo superada por las nucleares, lanzada sobre Afganistán. Porque está convencido que el único camino para la paz y la defensa de la existencia de los Estados Unidos, es la guerra, destruyendo a sus enemigos, cuando aun puede neutralizarlos. Es la lógica de Hitler, la espectacularidad circense de Mobuto y la histeria de Khrushchev que, desearon destruir a los Estados Unidos. Sin poder, hacerlo.
Siendo tan diferentes, la pregunta que nos hacemos, es qué sentido tiene que se hayan reunido. Trump necesitaba la reunión para su reality show y para buscar legitimidad que urge necesariamente frente a una imagen que se deteriora rápidamente, especialmente en el interior de los Estados Unidos, en donde empiezan a calentarse las alarmas. El Papa Francisco no podía decirle que no, a un hombre que, al margen de su poder terrenal, busca justificarse con la compañía de un líder espiritual de su envergadura. Negarse habría significado, molestarlo, afectando al Vaticano que recibe más de la mitad de sus recursos de parte de los católicos estadounidenses que, no habrían sido indiferentes, si hubiese desairado a su impopular gobernante.
El problema con todo, es qué pasará después. Trump, enemigo jurado de la verdad, usará la reunión con Francisco para elaborar y echar a rodar unas pocas mentiras sobre un falso apoyo a su cruzada guerrera. Buscará evitar el error de Hitler que no se reunió con Pío XII antes de invadir Polonia. El, en cambio, quiere santificarse, antes de iniciar su cruzada en contra de los enemigos de occidente. Fue a Roma, por ello.
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