Prostitución y diplomacia
Prostitución y diplomacia
Por: Juan Ramón Martínez
El vacío dejado por Estados Unidos en el continente –al que le ha restado importancia desde hace años– lo ha empezado a llenar un nuevo imperio: China Continental. Que, usa sus recursos inmensos, con los cuales adquirir materias primas, comprar políticos, dominar cancillerías, y doblarles el brazo a los países más frágiles. Lo ocurrido en Panamá, en que después de excelentes relaciones en Taiwán, la canciller de Panamá, viajó a China –ni siquiera este país tuvo la delicadeza, de enviar su canciller a la ciudad de Panamá– para entregarse, a cambio de unas pocas monedas. Fuera de sentir pena, por un acto de abdicación, en que la decisión sobre los países con los cuales tener relaciones, se originasen presiones, y tienen carácter de verdadera prostitución de los principios diplomáticos, se sufre dolorosamente ante una estrategia de un imperio voraz y depredador que, como todos, amenaza con engullirnos. Porque China no es una Teresa de Calcuta interesada en el desarrollo de nuestros países; ni mucho menos en el bienestar de sus pueblos. Lo que busca con la compra de cancillerías de países dirigidos por políticos de pocos principios éticos y visiones estratégicas equivocadas, es asegurar las materias primas que su monstruoso desarrollo requiere. Después engullirse a Taiwán, a la cual considera una provincia rebelde, a la que quiere quitar su poder soberano y la voluntad de su pueblo por vivir en libertad. Y por supuesto, al final, dominarnos a todos.
Esta diplomacia del dinero, ya fue probada desafortunadamente en Costa Rica. Este hermano país, vendió su primogenitura por un estadio de fútbol. Solo les construyeron la unidad deportiva, –abdicando de su vocación soberana–, rompieron con Taiwán, entregándose en brazos de un imperio, fuerte, dominador y voraz, que lo que quiere es avanzar para dominar al mundo. Y moldearlo en su estilo y en el ejercicio de su omnímoda voluntad. Esta falta de carácter y de principios claros y definidos en los políticos latinoamericanos, no es de ahora. Corresponde a la falta de firmeza en sus valoraciones democráticas, a dependencias anormales y dudas profundas sobre la libertad y la independencia. Durante la lucha por la independencia de España, muchos patriotas buscaron el apoyo de Inglaterra. E incluso, algunos viajaron para obtenerlo en Estados Unidos. Pero claro, en aquellas circunstancias, se trataba de una lucha por la libertad y la sobrevivencia. Así como Cuba acosada por los Estados Unidos, cayó en brazos de la Unión Soviética. Ahora no. No hay lucha por la libertad. Estados Unidos no arrincona a Panamá. Como tampoco lo hizo con Costa Rica. Son más bien dos actos ladinos e irresponsables, de políticos de pocos principios éticos, escaso compromiso con la democracia y nula responsabilidad en el ejercicio de la lealtad.
Taiwán merece nuestro respeto. Su origen, después de una derrota ante la revolución comunista de Mao, en que parte de su pueblo emigró a Formosa y construyó, con esfuerzo –como lo van a seguir haciendo sin ninguna duda, porque no están preparados para rendirse– una nación modelo ejemplar. Por su democracia. Eficiente por la capacidad de trabajo de su pueblo y el talento de sus líderes que, la han colocado entre los países de economía más sólida del mundo. Honduras hasta ahora, afortunadamente, ha mantenido buenas relaciones con Taiwán. No solo en el plano económico, sino que en lo más importante: la lealtad en las dificultades. En la crisis del 2009, mientras la mayoría de los embajadores dejaron Tegucigalpa, siguiendo órdenes de sus gobiernos, Taiwán mantuvo su embajada, incluso colaborando con familiares del exgobernante transgresor de la ley. El apoyo tecnológico que nos ha brindado Taiwán es extraordinario. No han venido a regalar pescado, sino que le han enseñado a nuestro pueblo, a pescar. El desarrollo del cultivo de la tilapia, cuya exportación nos ha permitido distinguirnos en los mercados internacionales, se lo debemos a ellos. Y las exportaciones de vegetales orientales hacia los Estados Unidos, no solo nos distinguen, sino que ha elevado maravillosamente el nivel de vida de los campesinos del valle de Comayagua. Y los centenares de jóvenes que se han educado en las universidades de aquel país, contribuyen eficientemente con el esfuerzo que hacemos por desarrollarnos. Nosotros no debemos entregarnos a China. Debemos mantener la libertad para escoger a nuestros amigos. Sin prostituirnos.
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