El recibo de la luz

El recibo de la luz

Por José Antonio Mejía y Mejía

Los aumentos progresivos que le llegan a los hondureños, por el consumo de luz y energía, se caracterizan por algo: llegan con frecuencia acelerada y a la hora del corte, por falta de pago, no les tiembla la tenaza para dejar a oscuras a cualquiera, no importa los daños que causen en utensilios domésticos en instalaciones de industrias pequeñas que no pueden tener sistemas alternos para emergencia cuando el fluido es suspendido no solo por falta de pago sino porque se les antoja dejar a la gente en oscuras.

No obstante, la grosería nunca los perjudicados han hecho una verdadera protesta; el mismo sindicato de la empresa de luz y energía es el primero en guardar un silencio sepulcral y solo cuando hay asuntos que perjudican a una envejecida y oportunista izquierda, enferma y desfasada, entonces dan signos de vida.

Luz y energía son elementos vitales e ineludibles en el desarrollo de un país. Hace ya mucho tiempo, cuando la mayoría de pueblos y aldeas vivían por la noche alumbrados por los plenilunios o las fogatas de ocote fino, cuando el alumbrado y el desarrollo de pequeña industria artesanales dependían de pequeños motores diesel de una que otra turbina alimentadas por la corriente de algunos ríos cercanos en algunas ciudades, se comenzó a hablar de proyectos grandes para proporcionar servicios a los pueblos y a pequeñas industrias de proyectos hidroeléctricos como Río Lindo o Cañaveral y en verdad que el proyecto nació, después vinieron otras construcciones ya de mayor calado como El Cajón y la represa El Níspero en Santa Bárbara todas estas represas bajo el control de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (Enee).

Desgraciadamente se formó un sindicato de tendencia revolucionaria, pero al mismo tiempo de apetito capitalista, los costos de los servicios a subir hasta rebasar los límites de lo posible.

Apareció la desgracia de los contratos colectivos, que por falta de honradez de las dirigencias sindicales y la picardía de gobernantes de turno, las tarifas se han vuelto insoportables y los léperos de siempre volvieron la miraba a la producción eólica y las provenientes del sol, pues con estas nuevas habría energía y luz barata. Lo que se ha hecho es enchufar las nuevas fuentes a los mecanismos de control de la Enee, con el agravante que por allí aparecieron unos nuevos socios que le están sacando el agua del ojo al pueblo hondureño, situación que puede perjudicar las aspiraciones del Partido Nacional pues no hay cosa más grave que tocar el bolsillo sobre todo de los hondureños de escasos recursos.

Pero no hay protestas serias libres de tendencias sectarias pues debieran ser de intereses comunes. Grupos de políticos sin planes de gobiernos desesperadamente quieren la caída del gobierno nacionalista para volver otra vez al dulce encanto de la casilla presupuestaria y de la tolerancia que hizo posible la fortaleza del crimen organizado y la proliferación de pandillas que tanto daño le hacen a la sociedad.

El jefe de gobierno debe ejercer un mejor control sobre la política impositiva; hacer un sacrificio de programas de desarrollo que bien pueden esperar, como el mejoramiento de la vivienda e infraestructura; debiera reducir el precio del voto, que al fin y al cabo los políticos no rinden cuentas fidedignas en que lo invierten, ya que la parte más sentimental del ciudadano es el bolsillo. Mientras tanto lector no pierda de vista el recibo de la luz o haga como don Danilo Izaguirre, que debajo de la cama mantiene el hachón de ocote y una caja de fósforos Gato negro.

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