SE LE SOPLARON LOS FRENOS

SE LE SOPLARON LOS FRENOS
Esa espantosa colisión entre una rastra y un bus de pasajeros, en la zona sur del país, cobra dos docenas de muertos y 35 personas heridas. El rescate de las víctimas –al que acudieron distintas unidades del Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Policía Nacional Preventiva, DPI, Copeco, DNT– duró más de 5 horas. Toda aquella agitada operación de salvamento transcurrió en medio de un trágico escenario de dolor, con gritos ensordecedores de pavor que salían del interior del bus amarillo. Los golpeados implorando ayuda y los niños sueltos en llanto reclamando “¿Dónde está mi mamá?”. Los socorristas tuvieron que forcejear con las latas retorcidas del vehículo para sacar a los adultos, jóvenes e infantes ensangrentados y transportarlos al hospital.

Según el informe preliminar “el furgón, con placas AAI 2830, se trasladaba con dirección a Tegucigalpa, procedente del Puerto de San Lorenzo, Valle, pero al aproximarse cuesta abajo, sobre una curva, el motorista perdió el control del volante”. “El cabezal, con todo y la parte trasera –cargada de melones– se dieron vuelta un cuarto hacia su izquierda, obstruyendo el tránsito al autobús amarillo que circulaba en sentido contrario”. “La unidad de transporte interurbano iba repleta de pasajeros, por su vía respectiva, con destino al municipio de San Miguelito, al sur de Francisco Morazán”. “Se me fueron los frenos”, sostuvo el chofer de la rastra a los policías. La prueba de alcoholemia dio negativa. Agentes de Tránsito que dialogaron con el conductor del furgón, informaron que les dijo haber hecho “hasta la imposible por no chocar contra el bus, pero sin frenos todo se complicó”. La autoridad de Tránsito reacciona que “a partir de hoy se implementará un control estricto del peso de la carga del transporte pesado”.

¿Hasta ahora se les ocurre que accidentes como este podrían evitarse monitoreando la velocidad de los vehículos y tomando otras acciones de control? ¿Qué medidas de revisión están establecidas –en las leyes, en los reglamentos y en los manuales de transporte– como normas de seguridad para evitar que a un armatoste de esos se le soplen los frenos? ¿Esas disposiciones se aplican regularmente para dar los permisos de circulación a todas esas unidades de transporte? Para controlar el peso de las unidades se ocupan puestos de revisión con las básculas respectivas colocadas en las carreteras. Es de imaginar que esos centros de control ya existen. ¿Entonces, funcionan o no funcionan?

Para el control de la velocidad, aparte de colocar las señales de tránsito, se requiere tener suficientes agentes distribuidos estratégicamente, cubriendo la red vial del país. Dotados de patrullas, con equipos de radar, para que puedan realizar operativos de control. Detectar, multar y decomisar las licencias a los motoristas que infringen los parámetros establecidos ¿Tienen los recursos, el equipo y el personal suficiente para ejercer esas actividades? ¿Si lo hay, el personal encargado ha recibido las instrucciones precisas? Las anteriores inquietudes las formulamos, ya que en nuestro trayecto acostumbrado nos toca agarrar varios tramos del anillo periférico capitalino. Y allí el tráfico circula a la mano de Dios, sin toparse con agente alguno que detecte las innumerables, constantes, repetidas, reincidentes violaciones de tránsito que cometen motoristas de buses, taxis, rapiditos, camiones, vehículos particulares y oficiales, todos los días. Si eso es lo que sucede aquí en la imponente metrópoli, ¿cómo no serán las cosas en los puntos desolados del país?

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