Reformas penales ¿y la prevención dónde queda?
Reformas penales ¿y la prevención dónde queda?
Por Luis Alonso Gómez Oyuela
Honduras es el país donde más abundan las leyes. Firma de convenios internacionales, tratados de toda índole, pero no existe voluntad política para darle cumplimento, salvo en aquellas cosas que le conviene al Estado o al gobierno de turno.
No existe transparencia en el respeto a los derechos humanos, mucho menos que se respeten los convenios vinculados con la niñez. Todavía no hay castigo para los delincuentes de cuello blanco. Los pobres a la cárcel y los saqueadores del Seguro Social en los batallones. Habrá que recordar, que estos también merecen el calificativo de terroristas y genocidas.
Recién el Congreso Nacional, a solicitud del Ejecutivo aprobó reformas al Código Penal para endurecer las penas a los que cometan delitos tipificados de terrorismo; y de paso, le pusieron una “colita”, donde se violenta la libertad de expresión, un indicativo más del autoritarismo y capricho del gobernante que controla todos los poderes del Estado.
Está bien que existan reformas al Código Penal que fue hecho conforme al espíritu del legislador, más con la idea de no ser alcanzados por la ley; por ejemplo, el delito de corrupción que debería tipificarse como un acto terrorista que se comete desde las esferas del poder en perjuicio directo del resto de la sociedad hondureña.
Espero estar equivocado con mi apreciación, pero Honduras no va a cambiar con el solo hecho de endurecer las penas a los infractores; ahora terroristas con meterlos a la cárcel de por vida. La ola delictiva no es producto de leyes, sino del sistema corrupto que lacera el alma nacional. De la falta de mecanismos de prevención que debieron realizarse desde el comienzo de la espiral de violencia generada por la pobreza, la falta de empleo, el desarraigo social, la falta de educación, la corrupción y el estado de inequidad que viven miles de familias viviendo en los cinturones de miseria, alimentándose de desperdicios.
La violencia no es de ahora. Es un monstruo, producto de una sociedad injusta y excluyente. Las pandillas o maras surgieron a vista y paciencia del Estado; las vio nacer y crecer, y no hizo nada en materia de prevención. Surgieron y crecieron porque estos que hoy delinquen, nacieron sin oportunidades, sin un techo digno, sin una escuela, sin fuentes de trabajo para los padres de los que ayer fueron niños, sin que tuvieran la oportunidad de alimentarlos y llevarlos a la escuela.
Honduras no va a cambiar con reformas o endurecimiento de penas. El mal ya está hecho. La sociedad hondureña sufre hoy los dolores de parto que ella misma engendró y que el gobierno en su momento no reparó para buscar los mecanismos de prevención. La represión ya sea en las calles o en los tribunales creará mayor violencia. No olvidemos que esos grupos conformados en pandillas y crimen organizado tienen hijos y nietos que van creciendo con la misma formación delictiva porque nadie les enseñó otra cosa, son delincuentes como sus padres con sed de venganza. La violencia engendra violencia y si esta viene del Estado, estos grupos pondrán a prueba la capacidad de reacción de los sistemas de seguridad.
Con la creación de la Policía Militar, el Presidente aseguró que la misma traería seguridad a la sociedad hondureña, los resultados están a la vista, la violencia, las masacres, la muerte de periodistas, abogados, mujeres y jóvenes se incrementó. ¿Entonces, cambiará el panorama nacional con el endurecimiento de penas y el calificativo de terroristas? El pueblo hondureño quiere vivir en paz y si las reformas son disuasivas, pues a esperar los resultados.
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