LA REBATINGA Y LA POLÍTICA
EN un reciente foro montado por economistas, uno de los expositores lamentaba, “que el tema económico esté ausente en el discurso de los políticos con opciones a gobernar al país”. (No solo el tema económico, todos los demás asuntos importantes que atañen al diario vivir del hondureño). No hay atractivo alguno en abordar ninguno de los apuros que atraviesa el ciudadano común y corriente. No se sabe si por carencia de bagaje intelectual para profundizar en cosas tan serias y cuestiones tan delicadas o porque el teatro de lo sectario es lo que exacerba el sentimiento de la afición. Dudamos que alguno quiera tocar a fondo la verdadera problemática nacional, a riesgo de lucir muy aburrido. Menos ahora que, de cara a las elecciones primarias, lo que los ocupa es la rebatinga por los cargos de elección popular
Ahora bien, ese no es el único rasgo deplorable, que mantiene al país anclado a la impotencia; incapaz de levantar cabeza. Más triste todavía que sectores pensantes de la sociedad hasta ahora reparan en ese tremendo vacío sobre el que tantas veces hemos insistido en esta misma columna editorial. La falta de costumbre de estudiar y debatir los temas nacionales de importancia, produce un estado de conformismo generalizado; de aceptar como satisfactoria la mediocre cobertura de los mismos. Como un cuerpo anestesiado. Los políticos no abordan ninguno de los ingentes problemas que agobian al país, más que temas insustanciales para divertir un circo de espectadores. Pero sobre esas insípidas opiniones y nocivos ataques, versa el debate nacional. Si ese es el ejemplo que ofrece la clase dirigente, un divorcio total de las preocupaciones fundamentales de la nación, a nadie debería extrañar el desapego de la demás gente a informarse, analizar y discernir sobre la cruda realidad que se vive. Peor ahora que se ha perdido el hábito a la lectura. Pese al rosario de penas –presentes y heredadas– que atormentan al amable público, no deja de desconcertar la casi ausencia de estas graves dificultades como temas relevantes de la agenda política. ¿Cómo culpar, entonces, la indiferencia colectiva de lo vital versus la hipnótica inclinación a la frivolidad? (¿De qué creen que están repletos esos “chats” y el cotorreo en las redes sociales?). Un ejemplo de esta pasmosa resignación –que no deja de ser reflejo de la sociología que rige a la sociedad en su vida cotidiana– fue ese cuento del “gallo preso” que durante casi toda una semana captó la atención del amable auditorio.
Las notas informativas en LA TRIBUNA, que mayormente capturaron la fascinación de los lectores, fueron las del famoso gallo, desde que la Policía capturó al entrometido animalito –que usurpaba espacios ajenos– para evitar un violento altercado entre vecinos, hasta que el juez, que ventiló el caso en “secretividad”, lo puso en libertad condicional. Ninguna otra noticia de incidentes nacionales o internacionales compitió con el folclórico vía crucis del gallo reo. Unos días después otra pintoresca historia. La denuncia de los vecinos a las autoridades, por el llanto desgarrador que escuchaban de un bebé que presumían encerrado en una de las viviendas del barrio. El vídeo publicado en nuestra página digital –una de las notas más vistas– muestra que se trataba de una lora imitando el llanto desconsolador de un recién nacido. No debe sorprender, entonces, que el elemento motivador de la masa votante sea el bullicio producido por los pleitos de corral de sus ídolos políticos.
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