Bandas de criminalidad organizada. Terrorismo. Inteligencia

Bandas de criminalidad organizada. Terrorismo. Inteligencia

Por P.G. Nieto

Asesor y profesor 
Ciencias de la Inteligencia y Seguridad Integral
El enunciado permite abordar el problema de la inseguridad ciudadana desde diferentes escenarios. Por ejemplo, desde el de la pobreza, que es caldo de cultivo de la delincuencia. Desde el desarraigo familiar, que es banderín de enganche de la juventud por parte de las pandillas. Como colaterales podemos citar el desempleo, la falta de educación y de valores patrios.

Los programas de televisión que mayor violencia exponen al espectador son los noticieros e informativos. No hay día que Honduras no desayune, almuerce y cene con imágenes de muertes violentas. Con imágenes de operaciones policiales y detenciones de pandilleros, armamento y drogas. A pesar de que los índices de muertes violentas se han reducido, primero de forma más acelerada y ahora más lentamente, esta sociedad no puede soportar cerrar cada año con una media de seis mil muertes violentas. Seis mil familias que con un promedio de diez familiares directos o indirectos del muerto suponen 60,000 hondureños golpeados por año. Tras cada mandato presidencial de cuatro años, las autoridades elegidas por el pueblo se retiran del poder (o tratan de reelegirse nuevamente) con el “indeber” cumplido de dejar casi un cuarto de millón de compatriotas marcados para el resto de sus vidas, de forma directa o indirecta.

Cuatro presidentes son suficientes para que este país tenga un millón de compatriotas afectados por este desastre de proporciones bíblicas. A modo de comparación pensemos que las acciones terroristas que terminaron el 11 de septiembre del 2001 con la caída de las dos torres gemelas, contabilizaron algo más de 3,000 muertos, sin contar los heridos, por lo tanto, cada año en Honduras se derriban cada seis meses las torres gemelas. ¡Dos veces cada año! Y seguimos confiando en un milagro y la misericordia divina -siempre necesaria-, porque no vemos la forma de parar este tsunami mientras las autoridades echan balones fuera.

Se cambian estructuras policiales y de seguridad, se cambian a las autoridades, se aprueban leyes y más leyes, se endurecen penas, se invierten millonarias sumas de dinero en material y medios de todo tipo, sin que la sociedad vislumbre en el horizonte una luz al final del túnel. Existe la percepción generalizada de que el problema nos supera y que por mucho que digan y hagan nuestras autoridades el crimen organizado terrorista (porque esto es terrorismo puro y duro) nos lleva la delantera.

Se trata de un gravísimo problema que tiene a Honduras lastrada ante su desarrollo armónico, que debería ser un asunto de Estado donde todos los partidos y fuerzas políticas apoyasen al gobierno del Presidente Juan Orlando en su solución. Pero observamos con vergüenza cómo la oposición se pelea por matizar el significado de la palabra terrorismo y la forma de aplicarla en cada caso.

Por otra parte, resulta vomitivo escuchar desde las instituciones defensoras de los derechos humanos cuestionar las propuestas gubernamentales para revertir la situación de guerra en la que nos encontramos, pero no se les oye levantar la voz cuando los criminales masacran indiscriminadamente a familias enteras, embolsan a sus víctimas y cuelgan sus cabezas en los árboles. Tampoco se escuchan a estas organizaciones levantar la voz en países como Siria, Irak, Irán, la misma Rusia o China, a modo de ejemplo. Solo se les oye precisamente en aquellos países donde sus estructuras y leyes democráticas les permiten expresarse libremente. ¡Hipócritas! Habría que preguntarse de dónde obtienen los fondos para sus “nobles” actividades, no fuera a ser que precisamente procedan de organizaciones afincadas en estos países que no respetan las libertades ni los derechos humanos que afortunadamente en Honduras sí existen.

No es solo desde la seguridad ciudadana y con medidas policiales como se debe combatir esta guerra asimétrica. No es solo aumentando penas y creando nuevos delitos, como resolveremos este problema, sino desde la inteligencia. Planificando operaciones y estrategias desde los servicios de inteligencia donde hay que atacarlo, y eso no se está haciendo. El terrorismo no debe considerarse delincuencia, no son delitos comunes, son acciones de guerra. Las sociedades democráticas se encuentran inmersas en la Tercera Guerra Mundial, que se libra en las ciudades, contra la población indefensa.

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