Temporal o permanente

Temporal o permanente

Por Carlos López Contreras

No se discute que de acuerdo al derecho internacional, cada estado es soberano de permitir el ingreso y permanencia de extranjeros en su territorio, como expresión de su soberanía.

Pero a la par de esa realidad, existen y siempre han existido los éxodos y movimientos migratorios. El Continente Americano se pobló con migraciones provenientes fundamentalmente de Europa, África y Asia.

Unos migrantes llegaron como colonizadores, otros como empresarios o a trabajar en profesiones liberales; deplorablemente otros llegaron como esclavos.

Aparte de la resistencia indígena, los migrantes no encontraron en los territorios americanos, poco poblados, ninguna organización que regulara su ingreso y permanencia.

En el caso de las potencias colonizadores, con su conquista y dominio de los nuevos territorios, nació la soberanía de las metrópolis, mientras las colonias se organizaban y gestaban, con el tiempo, su independencia.

Estados Unidos es un país excepcional por su desarrollo y por la forma vertiginosa en que lo ha logrado, en parte en función de las migraciones a las cuales el nuevo estado le daba la bienvenida.

El éxodo europeo respondía a la intolerancia y a la búsqueda de libertad religiosa y de un nuevo principio para su autorrealización.

Los éxodos centroamericanos hacia Estados Unidos, han respondido más al miedo de perder sus vidas en sus países; en los años 80 por el peligro de la expansión comunista. En el siglo XXI debido a catástrofes naturales o por miedo al crimen organizado y sus secuelas.

En el 2002 se puso en marcha el exitoso Plan Colombia para desmantelar los carteles de la droga, pacificar el país de las guerrillas vinculadas con la droga, estabilizarlo y buscar su crecimiento.

El Plan ha sido exitoso y es admirable, pero tuvo un efecto colateral. La droga, al encontrar un tapón marítimo para su desplazamiento hacia Estados Unidos definió nuevas rutas, por tierra, mar y aire en el istmo centroamericano, llevando consigo niveles de criminalidad nunca vistos en el pasado. En principio, nuestros países eran lugares de tránsito; después, al pagar los servicios de tránsito con droga, abrieron nuevos mercados de consumo y de agudización de la criminalidad, contaminando las instituciones y las fuerzas del orden. Ya nadie se sentía seguro en su casa, y muchos optaron por salvar sus vidas y la de su familia, buscando el abrigo de un país de orden y de leyes.

Obviamente tenemos que rescatar nuestros países y con ese fin se ha consensuado el Plan de la Prosperidad.

Bajo la angustia de morir o perder sus seres queridos, los migrantes no siempre cumplieron los procesos legales para entrar en Estados Unidos. Pero de alguna manera eran refugiados, en su mayoría gente trabajadora, que respeta la ley y paga sus impuestos.

En el caso de los hondureños que ingresaron a Estados Unidos en estas circunstancias, ¿merecerían un estatus de permanencia temporal?

La relación de amistad y lealtad de Honduras con Estados Unidos en situaciones de conflicto internacional ha sido permanente. En dos guerras mundiales, en la lucha de contención del comunismo, Honduras ha sido su aliado invariable; y en la reconstrucción de Irak y de acuerdo a una resolución de las Naciones Unidas, Honduras mandó tropas a ese país.

El 9 de diciembre de 1941 el Congreso Nacional ante el ataque a Pearl Harbor y en atención al principio de solidaridad americana con Estados Unidos, le declaró la guerra a las potencias del Eje.

Desde los años 80, la Fuerza de Tarea Bravo que realiza labores de entrenamiento y ayuda humanitaria, es huésped de Honduras en las instalaciones de la Escuela Militar de Aviación en Palmerola.

Digno de enfatizar es que la cooperación de Honduras con Estados Unidos, por compartir principios y valores, ha sido siempre gratuita. Durante la Segunda Guerra Mundial, Honduras cedió el uso de Puerto Castilla a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para monitorear embarcaciones y submarinos enemigos en el Mar Caribe, labor en la que también participó la Fuerza Aérea Hondureña.

Cuando Estados Unidos devolvió Puerto Castilla, la recibió el doctor Juan Manuel Gálvez Durón, a la sazón ministro de Guerra y, en tal carácter, entregó al comandante militar un cheque a favor de Estados Unidos de América por cincuenta mil dólares, a título de reembolso de las mejoras introducidas en Puerto Castilla.

Lo que deseo subrayar con este ejemplo es que la amistad de Honduras con Estados Unidos es permanente. ¿Merecerían, entonces, los hondureños acogidos al TPS una nueva renovación?

Yo diría que por razones de familia, de fraternidad humana y amistad histórica, merecen estabilidad, antes que una situación temporal.

En los migrantes hondureños hay una garantía de seguridad para Estados Unidos: serán centinelas que vigilan los agentes de la guerra santa o yihad porque en su mayoría son católicos o evangélicos, en definitiva cristianos.

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