Venezuela y la Corte espuria

Venezuela y la Corte espuria

Por Carlos López Contreras

Un día, durante el gobierno del doctor Roberto Suazo Córdova, un periodista extranjero entrevistó a don Ramón Valladares, jurista liberal y defensor de la soberanía nacional, quien a la sazón se encontraba recluido en la Penitenciaría Central. ¿Por qué está usted preso, don Ramón? -le preguntaron. Y por insólito que parezca él respondió, -“porque me eligieron presidente de la Corte Suprema de Justicia”.

Esto ocurría en el contexto de un conflicto interno del Partido Liberal cuando todavía no se había diseñado una metodología moderna de elección de los magistrados.

Pues bien, en Venezuela, habiendo perdido el oficialismo las elecciones del 2015 (55 diputados frente a 112 de la MUD) para la Asamblea Nacional (Poder Legislativo), y siendo atribución de la Nueva Asamblea Nacional la elección de la nueva Corte Suprema, el oficialismo, se precipitó contra todo derecho a elegir una nueva Corte, con el fin de contar, al menos en apariencia, con dos poderes, el Ejecutivo y el Judicial, incondicionales, además del mando de las Fuerzas Armadas.

Recientemente, la Asamblea Nacional decidió elegir 33 magistrados para el Poder Judicial, el cual sería el legítimo, frente al espurio electo por el anterior congreso. El oficialismo anunció, en respuesta, que metería en la cárcel a los que aceptaran la elección, y es lo que ha estado haciendo en los últimos días. También estos ciudadanos podrían declarar que su delito es haber sido elector magistrados a la Corte Suprema por la Asamblea Nacional democráticamente elegida.

En mi artículo (Venezuela en el abismo) expresé que la gestión de “buenos oficios” de algunos personajes internacionales le hacían un guiño al gobierno de Venezuela. Pero el expresidente del gobierno de España, Felipe González lo ha dicho con lenguaje puro y duro al señalar que el “diálogo que llevan a cabo Zapatero y los expresidentes Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), “desde el principio estuvo mal enfocado”, porque la delegación de mediadores se nombró “al gusto de Maduro” (entrevista de Felipe González con diario “El País”). Y agrega que ese diálogo ha conseguido “lo contrario de lo que se pretendía”, pues se han aumentado los presos políticos, el desabastecimiento, la inflación y no se le ha reconocido sus poderes a la Asamblea Nacional democráticamente elegida.

Según González, la Constituyente que planea Maduro “a lo que más se parece es a la democracia orgánica de Franco; y seguramente terminaría presidida por Diosdado Cabello.

Y concluye que en Venezuela hay ahora tres opciones: que Maduro cancele la Constituyente, libere a los presos políticos y acceda a negociar un calendario electoral; o que siga adelante y consume su “golpe de estado continuado” con una Asamblea Constituyente donde “todos los candidatos son suyos” y que ocupará el palacio legislativo desalojando a la Asamblea Nacional.

La tercera sería que las Fuerzas Armadas, que deben ser “obedientes al mandato constitucional”, optaran por la “desobediencia”, cosa que, en su opinión, podría estar legitimada dada la situación actual.

Y mientras la Organización de los Estados Americanos continúe secuestrada por los petrodólares, habría que tomar en cuenta, junto a las reflexiones de don Felipe González, la receta formulada por Joaquín Villalobos en su artículo “Lo que queda de Venezuela” publicado en diario “El País” de España, al decir que la Revolución Bolivariana no depende de Rusia, ni de China, sino de que su enemigo, el “imperialismo yankee”, le siga comprando petróleo. Venezuela cubre solo el 8% del mercado estadounidense.

Suspender esa compra no afectaría a Estados Unidos y no sería una agresión, sino una decisión de mercado. Por ello, aunque parezca inaudito, Maduro sigue gobernando gracias a la compasión de Donald Trump.

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