“POTUS” VERSUS LA PRENSA



“POTUS” VERSUS LA PRENSA


EL mundo experimenta una versión inédita de la reyerta entre la presidencia y la prensa que se desarrolla en el mero corazón del poder. Ni más ni menos que de la ejemplar democracia occidental. Lo extraordinario es que se ventila, a la vez, como un debate sobre los alcances, los límites y los excesos de la primera enmienda –el sagrado derecho a la libertad de expresión y a la libertad de prensa– la piedra angular de los equilibrios del sistema. Además, servirá de experimento para medir hasta dónde llega la influencia de los medios electrónicos de correspondencia, de las novedosas herramientas de comunicación y de los poderosos medios noticiosos convencionales. Arrecia la guerra entre “POTUS” y los principales medios informativos. El último choque –ha tenido también acres disputas con The New York Times, NBC, ABC, en fin, no son pocos los mencionados– con los presentadores del programa “Morning Joe” de la cadena MSNBC.

Mika Brzezinski acababa de lanzar una dura crítica a la administración: “Si alguien viniera a la NBC y tomara el poder y empezara a tuitear furiosamente sobre el aspecto de la gente, a acosar a la gente, a poner a la gente en competencia, a mentir todos los días, aplastándoles, esa persona sería destituida”. “No es un comportamiento normal. De hecho, nos preocuparíamos de que esa persona que dirige la empresa hubiera perdido la razón”. El ataque en la cuenta de Twitter del presidente no se hizo esperar: “He escuchado a la emisión de poca audiencia @Morning Joe, hablar mal de mí (no verla más)”. “Entonces, cómo puede ser que la loca Mika, con un débil IQ (coeficiente intelectual), y el enfermo mental Joe hayan venido a Mar-a-Lago tres noches cerca de fin de año y hayan insistido en verme. Ella sangraba abundantemente a causa de una mala cirugía estética facial. Y yo dije ¡no!”. “Horas después, en su misma cuenta de Twitter, subió un video reeditado que muestra la figura de Trump propinando una paliza a un hombre de traje cuyo rostro está cubierto con el logotipo del canal de noticias CNN abajo de un cuadrilátero de lucha”. Para rematar, en un mitin público cargó nuevamente contra los medios: “La prensa embustera” intentó impedirnos llegar a la Casa Blanca, nosotros ganamos, ellos perdieron. “La fake news” está tratando de silenciarme, pero no los dejaremos porque la gente sabe la verdad. La cadena estadounidense respondió lo siguiente: “Es un día triste cuando el presidente de los Estados Unidos alienta la violencia contra reporteros”.

Apasionante observar qué lado logra dominar en ese pulso. La estrategia –o algunos aseguran que se trata de impulsos irrefrenables– utilizada por Trump es solo un escalonamiento de lo que usó para derrotar a sus adversarios republicanos y posteriormente a su contrincante político en las elecciones generales. Así fue que obtuvo la exposición que tuvo. Así ganó como símbolo admirado de un volumen grande de leales simpatizantes, al exteriorizar, sin tapujos, iguales anhelos y sentimientos reprimidos. Por ello es la fidelidad de su club de seguidores. La controversia, vende. Pero eso también aplica para la parte que se enfrenta al poder. La circulación de los periódicos críticos se ha disparado exponencialmente lo mismo que los niveles de audiencia de las cadenas noticiosas contestatarias. Entre más personal y directo es el enfrentamiento con el hombre más poderoso del mundo, mayor es el atractivo de lectores y espectadores. Y eso se traduce en fama para periodistas y en más público para los noticiarios. A mayor “rating” mayores son las ganancias. Sin duda que la mordaz hostilidad se da a costa de credibilidad en ambos lados. Ninguno sale ileso. Ambos sufren. Ya hay apuestas cazadas augurando que agarrar a la prensa de enemigo le aseguraría la reelección. Aunque hay dos caras a la tortilla. ¿Y eso para efectos de ganar audiencia, no es algo que le agradaría a la prensa? Solo que un bando termine deshaciendo al otro. ¿Y qué se gana de eso?

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