Ni amigos, ni enemigos

Ni amigos, ni enemigos

Por: Armando Cerrato
El decir popular de que en política no hay amigos ni enemigos, lo acaban de comprobar el nacionalista Juan Orlando Hernández Alvarado y el coordinador de la Alianza opositora contra la dictadura y del partido Libertad y Refundación (LIBRE), José Manuel Zelaya Rosales y varios de sus más cercanos colaboradores más la diputada Doris Gutierrez del Partido Innovación y Unidad Social-Demócrata (PINU-SD) al departir muy amenamente en una mesa donde también compartieron alimentos durante un receso del Congreso móvil que se celebró en Gracias, departamento de Lempira.

Fotografías del suceso más una de Doris Gutiérrez bailando con Juan Orlando Hernández Alvarado se volvieron virales en las redes sociales y medios televisivos armaron un escándalo interpretando desde su punto de vista el suceso como si los protagonistas del mismo hubiesen cometido un crimen de traición a sus respectivos correligionarios, que según los intérpretes del caso, los mismos se pelean en la base mientras las cúpulas dirigentes comen del mismo plato.

Para algunos analistas el suceso no tiene ninguna importancia relevante y es más bien una demostración de mucha madurez, pues el Presidente nacionalista lo es de todos los hondureños sin distingos de raza, religión, cultura e ideología, aparte de que solo el diálogo franco y sincero acerca las partes en conflicto y permite la búsqueda de soluciones en un consenso positivo para el desarrollo de la sociedad nacional.

Tanto el Presidente como los opositores que comieron y dialogaron con él han explicado el motivo de la tertulia coincidiendo en que se trató de un acto de cortesía en ambas vías.

La ciudad de Gracias es la cuna del mandatario y al celebrase ahí cualquier acto oficial lo convierte inmediatamente en anfitrión y le obliga a demostrar mucha hospitalidad y comprensión, aunque en el fondo quienes reciben esas cortesías sean sus más enconados críticos por su actuar al frente de la administración pública.

Por otra parte, al aceptar los sectores opositores visitar la cuna presidencial y ser huéspedes del mandatario, por cortesía tienen que saludarlo o contestar su afabilidad con toda la educación del caso contestando sus interrogantes al tiempo que planteándole sus inquietudes y anhelos en aras de una gobernanza y gobernabilidad en beneficio de toda la población.

Juan Orlando en su cuenta de twitter expresa que él anduvo de mesa en mesa saludando a los diputados de todas las bancadas y al acercarse a la de los de la Alianza contra la dictadura fue invitado a sentarse y a departir con ellos, lo cual se realizó muy amenamente como corresponde a personas cultas y civilizadas.

También algunos portavoces de la oposición dijeron que el Presidente se había acercado a su mesa, sentado a la misma y entablado una charla en la que su coordinador le había expuesto la necesidad de que se den reformas a la Ley Electoral antes de las elecciones generales de noviembre de este año y que el mandatario habría dicho estar de acuerdo con las mismas pese a que él es candidato ilegal y violador de la Constitución de la República al proponerse para una reelección que prohíbe la Carta Magna.

Juan Orlando fue invitado a bailar una pieza por la denominada “diputada bailarina” Doris Gutiérrez (PINU-SD) quien no pierde tiro para echarse un “caitazo” demostrando mucha agilidad y habilidad para seguir cualquier ritmo con movimientos armónicos y acordes a la música que le tocan, al Presidente le fue difícil seguirle el paso a la diputada al mostrarse torpe en algunos pasos.

Fuera del escándalo armado por otros políticos y periodistas no afines al gobierno actual la tertulia donde los políticos demagógicamente o no dieron una demostración de que hablando se entiende la gente y que las normas más elementales de cortesía y respeto todavía funcionan como valores de la gente inteligente que ha gobernado, forma parte del gobierno y pretende gobernar la nación hondureña, cansada ya de un divisionismo absurdo e irracional por sucesos suscitados por ambiciones personales y desvíos ideológicos radicales que en su momento constituyeron una amenaza para el sistema republicano, democrático y representativo de gobierno en el cual se inscribe la nación hondureña.

Como sea el suceso demuestra que los hondureños podemos entendernos dialogando como seres civilizados que somos, demostrando con ello un avance cultural en lo ideológico y político de nuestro actuar en búsqueda del bien común.

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