Migrantes hondureños inseguros aquí y allá



Migrantes hondureños inseguros aquí y allá

Por José Rolando Sarmiento Rosales

Aunque agradecemos las publicaciones de reportajes, artículos y comentarios sobre nuestro país en el periódico New York Times, uno de los más importantes y de mayor circulación en Estados Unidos de América, el espíritu crítico de periodista nos lleva a preguntarnos por qué se desplazan hasta nuestra Honduras, para escribir sobre el fenómeno de la migración ilegal de nuestros compatriotas, si es por el interés de orden humano de este antiguo fenómeno de los pueblos del mundo, si es por la significación de los que residen indocumentados y los que van al amparo de ellos constantemente, no sé si lo hicieron con los cientos de miles que emigraron desde Italia hacia Nueva York, porque los de Inglaterra e Irlanda era común que llegaran porque sus ancestros fueron los originales pobladores del país del Norte, por tanto seguían a sus familiares, a los amigos de sus pueblos de origen, si la prensa de entonces se interesó como ahora, para saber que motivaba el interés de dejar sus países, porque los que siguieron a los conquistadores originales de España, Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, los colonizadores, lo hicieron muy parecido a nosotros, buscando mejores medios de vida por la pobreza imperante, pero también huyendo especialmente de las persecuciones religiosas de la época medieval en Europa, y modernamente por los desastres de las dos guerras mundiales, donde los campos quedaron asolados y las ciudades con sus viviendas, sus industrias y sus comercios destruidos.

Algunas etnias como la judía, y grupos sociales como los gitanos, los homosexuales, llevados a campos de concentración, donde procedió el odioso y cruel exterminio nazi, en los hornos y las cámaras de gas, signos de barbarie en el culto continente, nada parecido a la también condenable violencia generada en nuestros países, en Honduras, por la actividad delincuencial del crimen organizado, el narcotráfico y la existencia de las maras o pandillas, sembrando terror entre los humildes habitantes de barrios de los que se apoderan por la fuerza y la amenaza, sumado a la época reciente de los conflictos armados guerrilleros y la terrible catástrofe del Huracán Mitch.

Las reflexiones del Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, preguntándose por qué muchos en Norteamérica los menosprecian, los ven como enemigos, estimulando una política de hostigamiento y persecución desde la Casa Blanca, a fin de que sean detenidos, encarcelados y deportados nuestros inmigrantes, llevándonos a pensar que los grandes medios de comunicación estadounidenses, más bien deberían venir no solo a destacar nuestras falencias en el orden gubernamental, la inseguridad que nos amenaza por el alto índice delincuencial y la amenazante violencia, la insuficiente inversión empresarial para crear empleos y mejores estadios de vida, sino promover igual que se hizo con Japón y con Europa, los planes de fomento de la prosperidad como el planteado por los tres países del Triángulo Norte, que proveería trabajos e ingresos a nuestros habitantes, capacidades para la lucha contra la corrupción gubernamental y las actividades violentas de la delincuencia organizada, creando un ambiente propicio para la convivencia, que produciría las condiciones para evitar la migración de los hondureños, lo que a su vez bajaría la presión que induce a las personas a buscar llegar a la frontera y penetrar al territorio estadounidense.

Sorprende leer que un hombre en Choloma con su hija de diez años se abstuvo de viajar por ahora, debido al temor de las enérgicas medidas adoptadas por el nuevo gobierno de Donald Trump, pero contaban con 12 mil dólares para pagar a los coyotes, provistos por su hermana en Estados Unidos, dinero suficiente para emprender aquí en Honduras cualquier actividad económica productiva, para tener ingresos con los cuales vivir despreocupadamente, que ya desearían contar con él, miles de compatriotas para desarrollarse y crecer en sus emprendimientos.

Apenas con unos cientos de lempiras, con muchos sueños y esfuerzos diarios, muchísimos compatriotas construyen un patrimonio, sea un puesto de frutas en una calle, una venta de refrescos y bocadillos en una glorieta, una pulpería, una bodeguita, un minimercado, un carro paila para vender tamales, frutas, verduras, o transportar fletes de pequeñas cargas, platos de comida en los alrededores de centros de trabajo, sembrar una parcela rural de frutales, apiarios para producción de miel de abejas, un taller de mecánica automotriz, de soldadura, de electricidad, de reparación de electrodomésticos, carpintería, ebanistería, de costura, fontanería, de reparación de llantas, la venta de jugos, de sabrosas baleadas, alcanza y sobra con doce mil dólares, gastándolos viajando sin garantía de lograr llegar a Estados Unidos.

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