Algunos antecedentes históricos

Algunos antecedentes históricos

Por Dagoberto Espinoza Murra

El pasado domingo nueve conversábamos con un amigo. Nuestra plática versó, en gran parte, sobre la situación actual del país y la preocupación de amplios sectores de la población por el desempleo, la inseguridad, la corrupción y el control absoluto de todos los poderes del Estado por un pequeño grupo del partido gobernante, orientado al logro de una reelección presidencial a todas luces inconstitucionales.

Nuestros padres fueron liberales y dieron sus primeros pasos políticos en apoyo a la candidatura del doctor Ángel Zúñiga Huete. Cuando el caudillo partió al exilio, muchos de sus seguidores continuaron enfrentando las arbitrariedades de un gobierno que, después de sus cuatro años constitucionales, se prorrogó -vía imposición- por largos 12 años, redondeando la famosa dictadura de los 16 años, creadora de la temible trilogía: encierro, destierro y entierro.

La familia de mi amigo vivía en la capital y su padre presenció la gran manifestación antigobiernista del 4 de julio de 1944. Dos ametralladoras fueron colocadas en la calle frente a Casa Presidencial para intimidar a los manifestantes, pero la multitud no se inmutó y llegó hasta la rotonda del edificio de gobierno. Un grupo de mujeres -entre las que se encontraban Carlota Bernhard de Valladares, Adela Estreber de Callejas, Antonia Velásquez de Flores, Elisa de Vásquez Cao, Carlota de Falk y Julia Ramírez, entre otras-, llevaban un planteamiento para el dictador, pero uno de los oficiales dijo que solo podían entrar dos de ellas. La manifestación se disolvió, dejando constancia histórica de su repudio a la dictadura.

Al día siguiente -relatábale su progenitor- se desató una feroz persecución contra dirigentes liberales y nacionalistas del ala callejista. Muchos fueron apresados, otros se asilaron en embajadas y no pocos se vieron vigilados permanentemente en sus casas de habitación. Como consecuencia de lo acontecido en Tegucigalpa, dos días después se organiza en San Pedro Sula una manifestación de protesta y, ante la nutrida concurrencia, el Comandante de Armas de la ciudad dio órdenes a sus subalternos de disparar a los manifestantes. Gran número de muertos y heridos fue el saldo por reclamar libertad para un pueblo vejado por la dictadura. Muchos ancianos liberales -sostiene nuestro interlocutor- todavía recuerdan la masacre de San Pedro Sula y no entienden cómo algunos diputados de su partido han prestado (o vendido) su voto para que se fortalezca en el país un gobierno omnipotente (control de todos los poderes del Estado), que ha expresado su deseo de emular al dictador de aquella época.

Si los diputados liberales a que hace referencia -lo interrumpimos- hubieran recibido toda esa información de sus mayores y escuchado el grito “vergüenza contra dinero”, posiblemente no hubieran traicionado por unas monedas (millones?) el ideario del partido que, hasta 2009, fue el abanderado de las luchas sociales orientadas al logro de mejores estadios de vida para la población. También sostuvimos que la historia nos brinda otros ejemplos más recientes, de los que ambos fuimos testigos: La asonada del 12 de julio para derrocar al gobierno del doctor Villeda Morales y el golpe de Estado militar en contubernio con el Partido Nacional para poner fin al período democrático y progresista de la segunda República.

El miércoles de esta semana (12 de julio), dijimos, se estarán cumpliendo 58 años del fallido intento de derrocar a un gobierno liberal. El coronel Armando Velásquez Cerrato, exjefe del Estado Mayor Presidencial de don Julio Lozano, con el respaldo de amplios sectores del Partido Nacional, de algunos oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía, además de contar con la ayuda de los dictadores Somoza, de Nicaragua, y Rafael Leónidas Trujillo (el chacal del Caribe), de la República Dominicana, ingresó a la capital dispuesto a deponer de la Presidencia de la República al doctor Villeda Morales.

Contando con el apoyo de oficiales del Ejército en Comayagua y La Paz y de la Policía en la capital, Velásquez Cerrato llega a Comayagüela y se toma la Escuela Militar Francisco Morazán. Los jóvenes cadetes que allí se formaban huyeron del edificio para no volverse cómplices. El pueblo liberal y joven universitario enfrentó a los sediciosos y con el respaldo de los cadetes de Casa Presidencial y los guardias de la Penitenciaría Nacional derrotaron al ambicioso mílite. Recordamos, con el mayor respeto, algunos nombres de valientes defensores de la democracia: Federico Mejía Rodezno, Tomás Fuentes Venegas, Horacio Elvir Rojas, Eduardo David Ardón, Jorge Arturo Reina, Armando Uclés Sierra, Francisco (el Indio) Sánchez Reyes, Héctor Maradiaga Mendoza, Julio César Cano Valeriano, Mario Hernán Ramírez, Adelmo Paz Arita y cientos más.

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