Desafíos y expectativas de los próximos comicios
Desafíos y expectativas de los próximos comicios
Por Óscar Armando Valladares
Ni fácil ni en convivencia ha sido la consecución de las tres opciones políticas de envergadura, que habrán de contender en la cita electoral del 26 de noviembre; y aún cuando no se ha dicho ni escrito el término final, la sensatez espera que no ocurran más tropiezos en lo que resta del año.
Mientras el partido gobernante logró, a contracorriente, inscribir sin vuelta de hoja la candidatura del ciudadano Hernández; mientras el liberalismo apostó sobre la marcha por el exrector Zelaya, el binomio LIBRE y PINU concertó e hizo suya la aspiración presidencial del señor Nasralla, creador otrora del PAC, de donde fue retirado en incruento madrugón de nuevo cuño.
No se aguarda, desde luego, una campaña de iguales ni exenta de golpes bajos. Notoria es la ventaja acumulada del Partido Nacional, resuelto a ceñirse al poder un tiempo más, en tanto la euforia liberal y la insurgencia de su candidato refrescaron la creencia de alcanzar -solitario- el solio Ejecutivo, apetencia sobradamente buscada, como que en ella cifra su sobrevivencia el cuerpo gemelo del bipartidismo. Por último, ¿qué frutos agridulces podrá cosechar una Alianza opositora que, como hecho insólito en el patrio suelo, ha tomado cuerpo después de un alumbramiento con dolores?
Aventuremos las perspectivas de estas fuerzas políticas, dispuestas -según decires y pareceres- a derecha, centro e izquierda, que procuran la cosa pública por vías y medios dispares, pero que a fin de cuentas rubricará una de ellas la victoria con la impronta del votante, toda vez que la garra diestra del fraude no infle los resultados ni embaracen la consulta las cofradías bisagras.
Demos pasos por arriba, planteando que la reelección no apuntala per se el continuismo del mandatario, erigida -bien se conoce- en virtud de funciones y funcionarios completamente alineados y el acomodo consiguiente de la ley al propósito urdido. Verdad de a puño es que el partido iza como fortaleza una extrema disciplina y exhibe una organización cronológica y bulliciosamente renovada; que su fijo candidato, amén de habilidoso, vive su momento, su monismo, con el plus de una campaña mediática sin precedentes; que en más de siete años de régimen banderizo ha habido avances relativos en el ámbito macroeconómico e ímpetus -caros por cierto- para atenuar la violencia y paliar la hambruna en el ambiente con raciones solidarias.
Dos factores, empero: el desgaste en el poder y cierto cejo absolutista, minoran las pretensiones. De ahí que lo que se vislumbró como una marcha sin tropiezos, a cinco meses de la meta acusa dudas razonables y preocupaciones públicamente negadas.
Ahora, si bien en los comicios recientes del liberalismo hubo un repunte, un alegrón esperanzador -que supuso un crecer y, más aún, un creer entre sus filas-, no parece haber calado bastante en las bases que resienten la ancha y áspera llanura y que perciben en “su” candidato un ademán separador y un carácter dubitable, máxime cuando el canal televisivo 36 prorrumpió con un video del entonces rector Zelaya, en el que este dijo lisonjero: “Queremos reconocer, en primer lugar, la visión, el liderazgo y sobre todo la voluntad del señor Presidente de la República, el abogado Juan Orlando Hernández… Con ese sello distintivo de su gestión presidencial, de dinamismo, de toma de decisiones… Mi reconocimiento al señor Presidente y pido un aplauso para ello”.
Entonces, no quedan dudas: la efectiva oposición radica en la convergencia que auspicia, al fin y al cabo, la candidatura de Salvador Nasralla, quien por la conexión de factores y circunstancias en la Honduras de hoy podría concitar, a despecho de opiniones de otra mira, el beneficio de un electorado suficiente, siempre que se eslabone una campaña persuasiva, coherente y razonablemente propositiva, sorda al ataque y provocación mancomunados, a buen seguro inminentes y celosamente orquestados. El candidato y la primera designada tendrán, sin duda, un arduo e inmediato quehacer proselitista; él, mostrando y demostrando la premura de un cambio de política y de timonel, y por ende, la importancia de llevar a término una gestión distinta, de amplia base social; ella, motivando a sus “congéneras” a adherirse a la Alianza y al programa públicamente consensuado y de obligatorio cumplimiento, dejando atrás apreciaciones y prejuicios marginales. De lo contrario…
En conclusión, tres opciones contarán a su orden la ciudadanía. Luis Zelaya, Orlando Hernández y Salvador Nasralla, cada uno con su imagen y caudal, van en pos de un novísimo encuentro con el soberano. Sea la consigna innegociable defender el sufragio libre, sin escamoteos vergonzosos. ¡Por Honduras, rehusemos las honduras y las aguas muertas a fin de no tocar fondo!
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