Edad Media
Edad Media
Por: Segisfredo Infante
Acerca de la Edad Media varios autores modernos y posmodernos han tejido toda clase de prejuicios y desinformaciones históricas. Lo mismo que sobre el periodo colonial criollo-mestizo en América Latina y otras partes del mundo. Los prejuicios son típicos de los seres humanos en cualquier época. Pero comenzaron a ser sistematizados a partir de la modernidad, con todas las virtudes, altezas, bajezas y defectos de esta última. Sobre todo en lo que concierne al larguísimo periodo medieval de mil años, que fue estigmatizado y distorsionado por los “historiadores” iluministas, poco después por algunos marxistas de manualito, quienes escribieron y mintieron (o exageraron) sobre los hechos brumosos de la Edad Media, sin recurrir a los archivos históricos y a sus evidencias científicas.
Para empezar conviene informar que la Edad Media se subdivide en varios periodos y subperiodos. El primero de ellos deviene poco después del derrumbe caótico del Imperio Romano de Occidente, con todas las secuelas de las invasiones atroces de los “bárbaros” del nor-este de Europa. Es una época realmente oscura, con una duración aproximada de doscientos años. En caso que se pudiera hablar con propiedad de la “edad de las tinieblas”, lo correcto sería referirse a esos doscientos años irregulares, que van del siglo seis al siglo siete, es decir, entre el año 476 de nuestra era en que cayeron los romanos, hasta la instauración de las dinastías de los merovingios y de los carolingios, con la fundación del Sacro Imperio Romano-Germánico, bajo la tutela del emperador francés Carlomagno. Sin olvidar, en ningún momento, los fuertes intentos civilizatorios de los visigodos en el centro-norte de España, quienes se cristianizaron, gradualmente, y se apropiaron del derecho romano, pero cuyo proceso fue truncado por las invasiones de los musulmanes a comienzos del siglo ocho de nuestra era. La cristianización, por una vieja sugerencia de San Agustín, había sido liderada, mientras tanto, por los frailes católicos célticos de Irlanda.
A partir de la instauración medieval del “Imperio” de Carlomagno, se puede afirmar que se inaugura y consolida la civilización judeo-cristiana occidental. Durante los siglos ocho y nueve de la era cristiana, se habla del primer renacimiento, en que los carolingios retornan a la cultura clásica greco-romana; a los textos bíblicos; a la fundación de las escuelas catedralicias que dos siglos más tarde se convertirán en las primeras universidades formales del planeta. Vemos resplandecer, poco después, el sobrio arte románico; la invención del imponente estilo gótico; y el resurgimiento de los filósofos europeos, bajo la influencia del pensamiento lógico formal derivado de Aristóteles. Así que mucho antes del famoso “Renacimiento Italiano”, hubo otros renacimientos que suelen ser olvidados.
Según mi humilde juicio, la “Edad-Media” es un concepto que transciende al simple feudalismo territorial europeo, habida cuenta que en los alrededores de Europa se registraron hechos importantes en los nichos de la cultura y del pensamiento. Bagdad, Córdoba y Toledo, son tres ejemplos iluminadores de lo aquí afirmado. Especialmente Toledo en donde los cristianos, judíos y musulmanes coexistentes, bajo el liderazgo del rey cristiano Alfonso el Sabio, hicieron traducciones de todas las obras de pensamiento, en diversos idiomas, que estaban al alcance de los traductores y creadores.
La Edad Media, en comparación con la Edad Moderna y con el siglo veinte, era una sociedad idílica en la que era posible el romance, el amor caballeresco, los cuentos azules y una vida suave y sosegada. No olvidamos, por supuesto, las guerras sangrientas entre los señores feudales. Ni las inquisiciones “justas” e injustas. A veces crueles. Despiadadas o inhumanas. Tampoco olvidamos los graves problemas sanitarios y las pestes que arrasaban hasta con un tercio de los habitantes de cada nación. Pero a decir verdad aquellas tragedias medievales son una especie de caricatura bucólica si las comparamos con las desgracias monumentales producidas en las fatídicas guerras de los siglos diecinueve y veinte, con auxilios tecnológicos descomunales, propios de la modernidad y de la posmodernidad. Los genocidios raciales y los exterminios nacionales desencadenados por el nazi-fascismo de Adolfo Hitler y sus secuaces, son innombrables. Como son inenarrables los genocidios inter-tribales recientísimos, en algunos puntos geográficos del África negra. De manera contraria las guerras feudales eran limitadas, y los hombres de la Edad Media jamás se hubieran entregado a la tarea sistemática irracional de destruir la vida en el planeta. Por eso resulta comprensible que los europeos actuales se sientan orgullosos de su arte medieval.
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