Lenguaje y políticos

Lenguaje y políticos

Por: Juan Ramón Martínez
Desde hace mucho tiempo, nos quejamos de la vaciedad del discurso político. Repleto de palabras comunes; repeticiones cansadas, y sin imaginación propositiva. Los políticos han descubierto que, a los electores, no les interesan las propuestas. Ni que sus adversarios, les obligaran a opinar sobre los problemas. Por ello, los más imaginativos, mienten con lo de siempre: el número de empleos, los miles de casas que construirán –que nadie contará–; el aumento de las exportaciones y la reducción de los delitos. Lo mismo de siempre. Incluso, el flamear de las banderas, iniciado por Callejas, hace más de 25 años, sigue repitiéndose. Lo nuevo, es el uso de los caballos de raza –expresión de atraso?– y el abandono de la música ranchera. Los hermanos Mejía, han dejado de cantar “Bandera Liberal” que escribiera Pineda Ponce. Y los nacionalistas, ya no repiten “que no quede huella”, evitando cercanías semánticas, con la corrupción.

Los miembros de la Academia Hondureña de la Lengua, preocupados por el tema del idioma, nos hemos preguntado cuántas palabras usa una persona de las zonas más pobres, del campo y la ciudad. Posiblemente, no más de trescientas. Y cuando hablamos de los políticos, todos vacilamos en dar un número siquiera. La pobreza del lenguaje político es notoria. Y la retórica, inexistente. No tenemos oradores. Parecen más gerentes de funeraria, que políticos llamados a cambiar al país. Son tan tristes y aburridos, como todos, dice alguien que se ha agregado al grupo. Incluso les cuesta reír. Y cuando quieren lucir alegres, se tornan vulgares.

Hace un tiempo, los políticos manejaban un lenguaje elegante. Con el cual construían un relato –descripción breve de la realidad que ofrecían transformar– daban ánimo a los electores y los conducían a la acción. Ahora no. Los políticos, afectados por el populismo, buscan la pasividad y la dependencia, haciéndole creer a los más inocentes que, el mejor es el que, más regalos da. U ofrece. Especialmente elementalidades. Estamos muy lejos de los tiempos de Policarpo Bonilla, Ramón Rosa, Vicente Mejía Colindres, Ramón Villeda Morales, Enrique Ortez Pinel, Céleo Gonzales, Edgardo Paz Barnica, Modesto Rodas Alvarado, Hernán Corrales Padilla, Carlos Flores, Carlos Roberto Reina, Rafael Leonardo Callejas, Osvaldo Ramos y Rafael Pineda Ponce. Ahora han regresado al estilo de Carías que, durante la campaña de 1932 –que, según Contreras, ganó porque los telegrafistas, que eran “caristías”, alteraron los resultados electorales– jamás visitó pueblo alguno durante su campaña presidencial. Ni pronunció discurso alguno, ni siquiera en Zambrano y sus alrededores. La campaña de 1948, la hicieron los 17 comandantes que aterrorizaban a los liberales, entregaban pistolas a los cachurecos, y estos, con tapadas, impedían que los liberales fueran a votar. Así impuso a Gálvez. Y quiso volver al poder en 1954. Cuando se le atravesaron Williams Calderón y Villeda Morales. Este último, es el iniciador del moderno discurso político, repleto de figuras retóricas y de lenguaje renovado. Modesto Rodas Alvarado, introdujo las metáforas brillantes, y el discurso fue entonces una fórmula de acción cultural en la que, el pueblo, mejoró su lenguaje. Y aprendió nuevas palabras. Callejas fue el último de los oradores nacionalistas y Pineda Ponce el de los liberales. Azcona no hablaba bien; Montoya y Suazo Córdova, vulgarizaron el discurso político. Maduro, era incapaz de hablar en público. En privado, era bueno para enamorar mujeres desesperadas. Lobo solo sonreía. En tanto que Zelaya, dañó el discurso al máximo, con sus pretensiones de hombre ruralmente culto. Elvin Santos no pasó por Olanchito. Solo en pocos momentos, maneja la lógica expresiva del discurso. JOH es coloquial, sin discurso. Recuerda a Carías. Cree que la campaña se la harán otros. Y sus seguidores, tampoco hablan bien. Silabean; o cuentan aburridos chistes de Zelaya, “el malo”. No tiene oradores. Ni siquiera de barricada. Solo hacen ruido, y dicen muy poco.

Mientras otros buscarán ideas en el discurso, nosotros estudiaremos el número de palabras de los candidatos. No afectará los resultados electorales. Solo nos servirá para saber si la política nos aleja de los “homínidos” que usan los gruñidos para comunicarse. Sabremos si nos seguimos bajando del árbol para caminar erguidos, haciendo cultura. O subiéndolo para aullar, como los monos en la noche, convocando los peores instintos de los animales. Ya les contaremos.

Comentarios

Entradas populares