Sobre pasividad de los hondureños



Sobre pasividad de los hondureños

Por: Juan Ramón Martínez
Que el hondureño es triste –más el montañés, que el costeño– y que tiene una fuerte inclinación melancólica, no es un descubrimiento reciente. La fuerte presencia de lo indígena en el mestizaje, hace pensar que el indio arrodillado, engañado y vencido, es el que se ha impuesto en su personalidad. Lo que no es cierto es que sea humilde o pasivo, porque hay un orgullo reprimido que, ha crecido en forma desmesurada. Y que vemos, en el comportamiento en que, el disimulo, la queja y el lamento, algunas veces son trampas para engañar a los demás. O la disposición para el disgusto y la pelea. Tampoco es cierto que, la supuesta pasividad, sea fruto de dos variables que Julio Escoto se ha encargado de popularizar: que es fruto de la “castración” a la que le sometió el general Carías Andino y por, creer en Dios. Lo de la castración es una consideración freudiana, muy discutible ahora por supuesto; y además, muy simple como explicación de un comportamiento que, tiene que ver más con el inconsciente colectivo de Jung, que una pérdida de interés, por carecer los testículos y con ello, carecer de la voluntad de actuar. Es más aceptable que la teología católica –excepto la teología de la liberación, los movimientos de base y la celebración de la palabra que hicieron posible, la primera propuesta para la acción, fuera del marxismo, con la cual pretendió cambiar al país en los sesenta– especialmente en la Honduras del interior, la profunda, frene la actividad, reforzada por el liderazgo de los párrocos autoritarios que, por un resultado de la doctrina social católica.

Yo creo que el punto de partida es equivocado. El que los hondureños no hayan salido a rechazar a JOH, como lo hicieron con Zelaya Rosales, tiene más que ver con el comportamiento del liderazgo que con la supuesta pasividad de los hondureños. Una ojeada a la historia postcariísta, nos puede permitir probar si hubo o no pasividad durante su gestión gubernamental. Y además, si posteriormente y ahora mismo también, hay pasividad. Nosotros creemos que no. La lucha en contra de Carías Andino fue constante, especialmente desde el exterior. En lo interno, el sistema político instaurado impedía la más mínima movilización, porque el control ciudadano, en un esquema de descentralización y con una legislación que impedía que una persona se moviera de un lado para otro, dentro del territorio nacional, sin salvo conducto, operaba como un modelo de dominación y control que impedía la movilización. Pero aun en el interior, las “rebeliones” de 1948, fracasaron porque el armamento prometido, nunca llegó. La rebelión de Bertrand Anduray, que terminaría con su asesinato y la de Justo Umaña, son un ejemplo que había disposición absoluta, fruto de no castración, que impidiera la resistencia y la rebelión armada. Incluso las movilizaciones cívicas de las mujeres en Tegucigalpa, pidiendo el excarcelamiento de sus maridos de la PC y la manifestación cívica del 6 de julio de San Pedro Sula, no son prueba de pasividad. Sino que todo lo contrario. Y la rebelión de Gálvez y Williams Calderón, son también ejemplos que, sus líderes mantuvieron sus órganos viriles en su lugar. Y fi nalmente, el levantamiento de los estudiantes el 1 de agosto de 1956, no tiene nada de pasividad y falta de virilidad.

Los movimientos armados en contra de los militares en los 60 y los 70, muy mediatizados por el Partido Comunista de obediencia soviética, aunque fracasaron, son una prueba que la fuerza para la rebelión, está en la mente de los hondureños. Lo que la determina es un liderazgo, con conocimientos militares, arrestos y voluntad, para confrontarse con las armas en la mano, en una situación geográfica compleja como es la de Honduras. La rebelión en contra del gobierno de Micheletti, buscando reponer a Zelaya con el apoyo externo de Venezuela, Nicaragua y El Salvador no es ejemplo de pasividad.

Ocurre ahora que, el liderazgo nacional peligroso, ha sido descabezado. Muy poca gente está dispuesta a corrérsela detrás de Zelaya, lo que afecta mucho su confi anza en sí mismo. Pero hay una resistencia, en la criminalidad privada, que demuestra que el hondureño no está dominado por la pasividad. Más bien esta resistencia criminal, puede volverse ideológica. Para lo que, hace falta un liderazgo que la politice. Nada más.

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