Honduras en la era del Presidente Donald Trump
Por Carlos López Contreras
El mundo estuvo pendiente de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, despejándose la incertidumbre en la madrugada del 9 de noviembre, con gran sorpresa para muchos, en la Unión Americana y fuera de ella.
Los pronósticos favorecían a la candidata demócrata, pero el peso de los compromisarios en el colegio electoral se inclinó a favor del candidato republicano. Las reacciones, en la Unión Americana, júbilo por una parte, manifestaciones de rechazo, por otra. En algunos gobiernos europeos y americanos, desencantó; en la mayoría, prudencia.
El primer ministro Ave del Japón se reunió con el presidente electo; la presidenta de Taiwán lo felicitó por la vía telefónica, motivando disgusto en los gobiernos del presidente Obama y de la República Popular de China.
Conviene reflexionar por qué el candidato Donald Trump despertó tantas reacciones apasionadas a favor y en contra. Y cuál fue el factor de triunfo electoral.
La última revista “Foreign Affairs” del 2016 aborda el fenómeno de la reemergencia del populismo en el mundo. En general, diversos observadores concuerdan en que el candidato Trump desarrolló una campaña populista, con matices de imprevisibilidad, con lo cual sorprendió sistemáticamente a sus contendientes en las internas de su partido y a su adversaria demócrata en la campaña nacional.
Sus planteamientos políticos ofrecían: construir una muralla en la frontera con México; expulsar a once millones de extranjeros ilegales; destruir a Isis, desmantelar el sistema de salud demócrata (Obamacare), revisar el tratado nuclear con Irán y los tratados de libre comercio y sustituirlos por acuerdos bilaterales, procurar el retorno de capitales e inversiones americanos a Estados Unidos; revisar los desequilibrios del comercio de Estados Unidos con China, Japón y México.
Ganada la elección, en el interregno sus propuestas han evolucionado. Sobre las expulsiones de ilegales, ha expresado que se comenzará con los que tengan expedientes delictivos y que su sistema apunta a que todos los que deseen visitar o emigrar a Estados Unidos, lo hagan por la vía de la legalidad. Sobre la muralla, que no será toda física.
En definitiva, un sistema migratorio similar al que observan la mayoría de los países. Nadie desea verse inundado por delincuentes. La prueba más palpable la tenemos con los esfuerzos que realizan los gobiernos del Triángulo Norte en Centroamérica para detener a los fugados de las cárceles de El Salvador.
No recuerdo que se haya referido al CAFTA, o a Honduras en particular. No creo que las inversiones de Estados Unidos puedan suponer pérdidas de oportunidades de empleo remunerativo para los trabajadores de ese país. Sin embargo, es una buena idea tener planes de contingencia, diversificar nuestros socios comerciales, pero creo que la historia tiene y tendrá un peso en la relación bilateral.
A título de ejemplo, podemos recordar que cuando el cónsul británico Federico Chatfield, en octubre de 1849, ocupó la Isla del Tigre, el presidente Juan Lindo, mediante un golpe diplomático, puso la Isla del Tigre por dieciocho meses bajo la protección de Estados Unidos. Este incidente, junto con otros en el Mar Caribe, dio lugar a la suscripción del Tratado Clayton-Bulwer de 1850.
Cuando en 1852, Gran Bretaña declaró las Islas de la Bahía como colonia británica, el Senado de los Estados Unidos denunció ese acto violatorio del Tratado Clayton-Bulwer y de la Doctrina Monroe. Y el ministro de Estados Unidos en Londres, James Buchanan, expresó al gobierno británico que la colonización de las Islas de la Bahía carecía absolutamente de méritos jurídicos.
Con estos antecedentes, en 1859 se suscribió el Tratado Cruz-Wyke con Honduras, por medio del cual Gran Bretaña reconoció soberanía hondureña sobre las citadas islas y la costa norte de Honduras en el sector de La Mosquitia.
Rescatada su soberanía territorial y su archpiélago en el Mar Caribe, Honduras y Estados Unidos suscribieron tratados migratorios, de amistad, comercio y navegación en el siglo XIX; Honduras participó en las reuniones promovidas por Estados Unidos, desde la primera conferencia internacional americana de 1890 hasta la suscripción de la Carta de la Organización de los Estados Americanos en Bogotá, en abril de 1948.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Honduras le declaró la guerra a Japón el 9 de diciembre de 1941 y el 13 de diciembre a Alemania e Italia, invocando en ambos decretos legislativos el principio de solidaridad americana.
Después de la Segunda Guerra Mundial, ante la expansión del comunismo, Honduras suscribió convenios de cooperación militar con Estados Unidos, hasta que el sistema que promovía la confrontación colapsó.
En el pasado, la amenaza del comunismo indujo a Estados Unidos a promover las economías de Centroamérica y el Caribe para evitar el éxodo de sus poblaciones. Superada la guerra fría, el éxodo se produjo desde Centroamérica motivado por los conflictos armados, los desastres naturales y, finalmente por la inseguridad debido al narcotráfico, el crimen organizado y sus secuelas.
La cooperación de Estados Unidos y de Europa para combatir el flagelo del crimen organizado y estimular nuestras economías es crucial para que nuestras poblaciones luchen por su bienestar en nuestros países.
Recuerdo que en la década de los ochenta don Alfonso Rochac, conversando con don Roberto Ramírez, con lágrimas en los ojos le decía: “mira Roberto en lo que ha quedado mi pobre país: su principal producto de exportación es su gente…” Contra esa calamidad nos rebelamos todos los centroamericanos. Pero hay que recordar, que la emigración latinoamericana no representa el peligro de terrorismo de inspiración religiosa.
Con capacitación para el trabajo productivo, inversión productiva, democracia, seguridad jurídica y ciudadana, podemos construir nuestro sueño americano sin salir de nuestras fronteras.
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