EL HUMOR Y EL LEMPIRA

EL HUMOR Y EL LEMPIRA

SI hay algo que el amable público pudo comprobar al finalizar el año que acaba de despedir fue lo caro de la temporada. Si es que todavía hay gente boca abierta creyendo que la devaluación de la moneda solo afecta a aquellos que viajan y compran dólares para ir a pasar vacaciones al exterior. El lempira tuvo a diciembre una depreciación acumulada del 5.05%, la más alta que se ha registrado en los últimos tiempos. El deslizamiento según las cifras oficiales fue de 1.1352 lempiras en el curso del año, acelerada en los últimos meses cuando de un solo se devaluó cerca de 40 centavos. Cómo afectó esto al consumidor. Pues bien, lo evidente fue que la mayoría de las compras que hicieron en el comercio incrementaron de precio ya que buena parte de estos son artículos importados. O sea, pagaron más no por culpa de los comerciantes sino como fino obsequio de las autoridades del Banco Central de Honduras.

El precio de la gasolina tuvo un envión, en parte por el incremento del crudo en el mercado internacional, culpa del odioso cartel de la OPEP que redujo el suministro, pero también por efecto de la devaluación, gracias a los tecnócratas que dirigen la política monetaria del país. Y de no ser porque una mano superior reviró la segunda tanda de aumento a las tarifas de la energía eléctrica, a finales del mes de enero, cuando llegan los recibos, el pobre pueblo pobre hubiese pegado el alarido. Eso es alegrón de burro, ya que tarde o temprano –dizque cuando saquen las cuentas de los recortes operados en el costo de distribución– ponen en vigencia el incremento tarifario. A los jefes del FMI les ha dado por meterle al país este impuesto disfrazado. Porque la devaluación tiene el efecto de un impuestos. Se come los ingresos y se traga los ahorros, sin que el auditorio lo perciba. El deslizamiento lo llevan suavecito y silencioso pero cada vez más apuradito. Ya tienen al “indito desplumado” a 23.66 lempiras por dólar. Los que saben de esas pláticas entre los funcionarios locales con esas figuras que vienen unas dos o tres veces al año a revisar si han socado lo suficiente al pobre pueblo pobre, soplaron que andan ablandando empresarios. La maniobra es para dejar flotando la moneda en vez de llevarla empujadita. Si eso llegara a suceder, que los arcabuceros llegaran a imponerse, el lempira fácilmente podría alcanzar de 30 a 40 lempiras por dólar. Allí sí que el amable público va a relinchar. Por supuesto que en este juego ganarían unos y perdería la mayoría. A la industria de la maquila le abarataría el costo de su mano de obra.

La teoría reza que cuando se devalúa incrementa la capacidad exportadora del país. Pero como hemos explicado anteriormente, nosotros exportamos mayormente postres, que no son esenciales. Así que el efecto es que el consumidor extranjero recibe el beneficio de un precio más bajo por el producto que nos compra mientras el productor nacional tiene que multiplicar la cantidad de lo que vende para recibir la misma cantidad que recibía antes de la devaluación. El porrazo mayúsculo es el encarecimiento de todas las importaciones. Como el 60% de todo lo que se consume en el mercado local, es importado, incluyendo la gasolina, materias primas, alimentos, insumos esenciales, ni pensar como eso podría afectar el humor de la gente en esta campaña política. La venta local de los productos importados al subir de precio se reduce. Ello contribuye a ahondar más el estancamiento económico. Ni imaginarse qué podría suceder con la desocupación si aparte de eso, comienzan a llegar olas de deportados. La desgracia para la estabilidad financiera que se encogiera el monto de ingresos por remesas familiares. No hay forma que la iniciativa privada con la alta carga impositiva que ya soporta pueda generar trabajos. ¿Qué podría suceder con los índices de criminalidad? No dejen esas decisiones en manos de los tecnócratas. Esto podría jamaquear toda la relativa estabilidad política y social de que se disfruta hasta el momento.

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