Ante la incertidumbre… Desafíos para una oposición unificada 1/3

Ante la incertidumbre… Desafíos para una oposición unificada 1/3

Por Dagoberto Espinoza Murra

En “spot” televisivo, transmitido repetidamente durante las últimas semanas de 2016, el ciudadano Presidente de la República abundó en bendiciones, promesas solidarias y anuncios “de grandes triunfos” en este 2017, cerrando la breve entrevista familiar con el consabido deseo de “feliz Navidad y próspero Año Nuevo”.

Puesto que esta próspera intención abarca formalmente a todos los hondureños, incluido el grueso de la población que pertenece a los partidos opositores, no es posible eludir el tema complejo de la política, por cuanto mucho de tal prosperidad -aludida por el ciudadano Presidente- derivará del resultado electoral y de los medios que se empleen para su consecución.

Como del lado político gubernamental opera una maquinaria, dispuesta de tal manera que inyecta a su adherencia partidaria el “suero azul” de la victoria, es justo y necesario que en aras de una práctica democrática balanceada las otras facciones políticas -que ya concertaron públicamente el deseo de una alianza- cumplimenten con sus bases un dispositivo orgánico que les permitan competir exitosamente en los comicios del próximo noviembre.

Y esto es así porque, en las presentes circunstancias y frente a un cúmulo de factores adversos, ni el PAC, ni Libre, ni el Partido Liberal, ni el PINU, tienen la posibilidad de derrotar unilateralmente a su adversario común, tal como fue reconocido en la multitudinaria asamblea de Libre del pasado 15 de enero. Por ello resulta alentador escuchar voces de advertencia tanto de dirigentes de partidos políticos, movimientos internos y activistas de barrios y colonias, lo mismo que manifestaciones coincidentes en favor de una alianza.

Y si bien las filas nacionalistas perjuran tener en sus manos el triunfo reeleccionista -a todas luces inconstitucional-, haya o no alianza, puesto que abrigan la convicción de que son como partido un ente mayoritario con más de un millón de parciales, faltaría -de un lado- verificarlo en urnas limpias, asépticas -y, de otro- confirmarlo con una oposición de tres o cuatro instituciones de derecho público, las cuales, de mantener o incrementar su caudal político anterior, acumularían al menos un 70% del electorado activo.

Por lo que toca al creciente número de de trabajadores asalariados, pequeños propietarios, comerciantes informales, personas asociadas a patronatos, sindicatos, gente desocupada y de la tercera edad y, en general, aquella que día a día brega con todo género de problemas, este conglomerado -estamos seguros-, miraría también con buenos ojos la propuesta de esta alianza orientada a construir un frente amplio, que conlleve el compromiso de un programa de gobierno honesto y participativo; en otros términos, que pase de las apariencias y visiones mediáticas e ilusorias a un trabajo concreto bajo la responsabilidad de una fórmula ejecutiva y legislativa que en sus funciones ponga en marcha las mejores propuestas y revise a fondo medidas y decisiones impuestas unilateralmente y que en la práctica han sido -como dice el adagio popular- “remedios más dañinos que las enfermedades”.

Ante lo que acaece en el escenario político hondureño (a vista y paciencia de quienes devienen obligados a hacer que se respete la Constitución de la República), ¡cuán lejos de la conducta de Francisco Morazán, quien en dos ocasiones rechazó con firmeza la dictadura ofrecida por los sectores conservadores! Aún su figura ejemplar se relega en sus propias estatuas y sus efemérides se reemplazan por feriados playeros. Sin embargo, abrigamos la esperanza de que vendrán tiempos mejores, comenzando con el advenimiento de un gobierno de transición, de remozamiento democrático, que emprenda reformas concertadas en bien del pueblo y decoro de Honduras, bajo el postulado de que la democracia es “una manera de vivir, una filosofía de la sociedad humana, un conjunto de ideales, principios y actitudes que motivan y guían el comportamiento de los miembros de una sociedad”.

Desde luego que promover y construir una alianza partidaria tiene sus bemoles, para usar una expresión muy conocida en el argot político. No es fácil superar resentimientos, campañas divisionistas, fanatismo politizado, políticas demagógicas, etc. Pero, como también lo recoge el refranero popular, no hay peor lucha que la que no se emprende. De ahí que en atención a la gente que así ya lo ha expresado, hacemos coro con ella para que ciudadanos como Salvador Nasralla, Xiomara y Manuel Zelaya, la dirigencia del PINU y bases liberales y nacionalistas depongan, en esta hora, prejuicios e intereses subalternos y vayan desde ahora construyendo el camino de ese frente amplio que, en definitiva, revivirá el verdor de las esperanzas en una Honduras mejor.

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