Honduras, el peor país para envejecer



Honduras, el peor país para envejecer

Por Miguel Osmundo Mejía Erazo

*Profesor y periodista
mosmundo10@hotmail.com
Honduras se ubica en primer lugar como el país más peligroso para envejecer en América Latina, dentro de 96 países evaluados a nivel mundial el nuestro ocupa el puesto 82, mientras que el país mejor ubicado en la región es Panamá, con una población de unos 8.3 millones 700 mil somos de la tercera edad, según los últimos datos solamente el 8.4% de las personas mayores de 65 años reciben una jubilación o pensión y el 28.9% viven en una situación de extrema pobreza, los peor calificados, además de Honduras, son Venezuela, Paraguay, República Dominicana y Guatemala el peor país para los ancianos del mundo es Afganistán, mientras que el mejor es Suiza.

Los datos anteriores fueron publicados el año recién pasado en este mismo Diario y los traigo a la memoria por si pasaron desapercibidos por nuestras autoridades y los políticos que andan en busca de una posición sin ningún plan mucho menos con políticas para atender los miles de compatriotas adultos mayores que no son debidamente atendidos. El Fondo de Población de las Naciones Unidas ha anunciado que para el año 2050 la población mundial mayor de 60 años pasará los dos mil millones, por lo que sugiere políticas de estado para atender este fenómeno demográfico, por otra parte menciona que la esperanza de vida en los países desarrollados es de 78 años y en los que están en vía de desarrollo 68 y finalmente se informa que en el mundo cada segundo dos personas entran a la tercera edad, unos 58 millones anualmente.

El problema que deseo puntualizar aparte del indicador económico, es la forma en que es atendido el adulto mayor en nuestro país, a pesar de que contamos con una ley especial, que de mala gana se cumple en los centros comerciales, transportes, servicios públicos y se nos aplican otros descuentos legalmente establecidos, no se cuenta con un sistema de salud adecuado, el peor trato es el que se recibe de la población misma, si un adulto mayor va caminando por una calle hay conductores que en vez de detenerse aceleran el automotor, si se va manejando le quitan el derecho de vía o le pitan y no falta quien lo insulte y le diga “apúrate viejo…”, también hemos visto mucho anciano atropellado por irresponsables del volante, por lo que es un peligro dejar que los adultos mayores caminen por lugares donde hay mucho tráfico; concretamente existe en muchos jóvenes una cultura de indiferencia y a veces irrespeto para los de la tercera edad. Otra de las conductas inapropiadas es la de los empleadores, quienes en franca violación a los derechos humanos colocan anuncios o condiciones para trabajar, hay bárbaros que solicitan trabajadores especialmente mujeres no mayores de 30 años a lo más llegan a emplear son personas hasta los 50, reconocemos que hay ciertos trabajos especialmente para los jóvenes por su energía, dinamismo y agilidad pero les falta la experiencia, en Honduras sucede lo contrario a Europa, en esos países una persona mayor de sesenta años es altamente cotizado, muy respetado y goza de privilegios especiales, en las universidades más famosas del mundo los profesores titulares no son menores de 70 años, es que los países desarrollados valoran mucho la preparación, y sobre todo la experiencia, lo ideal a mi criterio es combinar la energía juvenil con las canas y experiencia en los campos más difíciles del quehacer humano.

Miles de hondureños estamos a una edad que muchos posiblemente no llegarán, es una bendición de Dios y debemos sentirnos orgullosos de ser adultos mayores aunque muchos no valoren nuestros años de experiencia, bien o mal ya llegamos a la meta, estamos en el otoño de nuestra vida, en una etapa donde muchos no sabemos si llegarán. Gracias a los jóvenes que respetan los adultos mayores, mi deseo es que Dios les permita llegar a donde muchos hemos llegado y todavía mucho más, dice la Biblia: “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez”. También hay otro pasaje bíblico que es una promesa para los hijos de Dios “joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”.

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