¿Polarización?

¿Polarización?

Por: Benjamín Santos
Excepto en casos de crisis extremas por causas sociales o naturales, las fuerzas políticas en campaña tienden a la polarización para descalificarse mutuamente. Lo más frecuente es la polarización ideológica, un actor se autocalifica de izquierda y descalifica al otro como de derecha o viceversa. Otras veces una de las fuerzas precalifica de fraudulento el proceso electoral y al otro actor como responsable del fraude, otras causas de la polarización son los temas de carácter ético y moral. Unos son corruptos y los otros son lo contrario, limpios. Otras veces se ubica una de las fuerzas como defensora de los pobres y a la otra como representante de la burguesía, de la clase rica. Fuerzas en defensa del sistema y fuerzas antisistema, imperialistas y antiimperialistas.

Cuando no hay condiciones para la polarización, lo que se espera es una aproximación de las fuerzas políticas en torno del diagnóstico y solución conjunta de los problemas fundamentales. En el actual proceso electoral de Honduras no hay espacio para una actuación polarizada de las fuerzas políticas. Estamos lejos de la división entre izquierdas y derechas, porque la izquierda de años recientes no pudo mantener su perfil desde el Congreso Nacional donde tenía una buena representación y las fuerzas que en otro tiempo eran calificadas y descalificadas de derecha se movieron hacia el centro como es el caso del Partido Nacional. Querer relanzar esa polarización que nació en la Revolución Francesa y se agudizó con la lucha entre comunismo y anticomunismo en la guerra fría es pecar de retrógrado.

Fuerzas profraude y antifraude. La alianza ha hecho de la denuncia y de la lucha antifraude la estrategia principal de su campaña, acompañada en algunos aspectos puntuales por el candidato del Partido Liberal. Lo que se señala es que el número de nuevos votantes inscritos no corresponde al crecimiento natural de la población, que la cifra aparece abultada y que los muertos no han sido excluidos del censo. El Tribunal y el RNP han dado respuesta a esos reclamos, pero parece que la única solución que aceptan quienes reclaman es la inclusión de un representante de la Alianza en esos organismos para lo cual se necesitaba una reforma de la Ley Electoral y del Registro que no se dio para unos por culpa del gobierno y para la mayoría gubernamental en el Congreso por culpa de que la oposición que careció de voluntad para concurrir con los votos para hacerlo. Es un problema que en su esencia es técnico, pero como siempre ha adquirido dimensión política.

El reproche de corruptos y corruptores que en las elecciones pasadas dio origen a un nuevo partido político, ahora no favorece a ninguna de las fuerzas como tema central de campaña. Ha quedado demostrado que la corrupción es un fenómeno transversal que contamina sin distinción de color político y que tiene hondas raíces en la subcultura de la población frente al fenómeno porque la población mira con tolerancia y hasta con admiración a quienes salen de la pobreza recurriendo a acciones ilícitas con tal que compartan algo con los pobres. De esta afirmación general se exceptúan indudablemente muchas personas y familias que conservan todavía su formación moral de antes que se reducía a la frase soy pobre, pero honrado.

En cuanto a la polarización por representar unos a los ricos y otros a los pobres, no puede tampoco levantarse como bandera en la actual campaña electoral. La Democracia Cristiana quiso ser el partido de los pobres. ¿Qué se necesita para ganar elecciones en Honduras? Basta ganarse la voluntad de los pobres que son la mayoría decía Alfredo Landaverde. Fue tan radical esa posición que bastaba que alguien tuviera carro u ostentara un título para que fuera rechazado. Hasta se llegó a acuñar la frase de que los causantes de la situación de Honduras eran los profesionales y que para dirigir el partido basta con haber cursado sexto grado. Con el tiempo se corrigió el error, pero ya era tarde. Los pobres no trabajan con criterios de pertenencia a una clase social ni siquiera en el sindicalismo. Conclusión: No hay banderas válidas para conducir una campaña polarizada. El mejor camino, aunque imposible, es hacer planteamientos conjuntos para proponer soluciones a los problemas nacionales. Ya se ha intentado en otras ocasiones y nada…

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