La tribu, el odio y la guerra

La tribu, el odio y la guerra

Por Juan Ramón Martínez

Los Ángeles. Aquí es muy diferente. El individualismo, base de la libertad, es usado para lograr éxito, dentro de la ley. El sistema provee castigos a quienes se apartan de estas reglas. Que además se ejercen públicamente, por medio de dos expresiones: la organización y las manifestaciones simbólicas. Contrario al estilo nuestro, de actuar en la sombra, aquí prefieren el espectáculo. Y además, les gusta el uniforme, los símbolos y las ceremonias. Con un agregado muy singular: son más sectarios. Blanco o negro, sin grises entre ambos. Y, numéricamente, expresados de manera que todos saben cuál es el tamaño de su organización y cuál, es el de sus adversarios. Mientras en Honduras, las cifras son muy poco confiables, aquí por el contrario, en los periódicos de circulación nacional, hablan del número de “organizaciones del odio”. Nada se disimula. Y en el clima que ha creado Trump, que no entiende mucho de la importancia de la unidad de su país y por supuesto, tampoco de su papel en la forja de la misma, en la oportunidad de los incidentes terroristas en Charlottesville, en Virginia, ha vuelto a equivocarse. Porque como corresponde, en vez de denunciar y censurar la violencia, Trump prefirió señalar que ambos grupos, tenían gente buena y, además, un poco de razón, cada uno de ellos. Una postura débil. Lo que ha provocado, en una sociedad que rechaza mayoritariamente a su gobernante, los ataques, en casi todos los medios de prensa, de este crisol de razas que ha sostenido la unidad de los grupos contrapuestos, con frágil cinta adhesiva. Y con el talento de Lincoln, Wilson, Kennedy y Luther King. Por lo que cualquiera cosa, por muy pequeña que sea, provoca confrontaciones y luchas. Al fin y al cabo, parece que la actitud racista, es típicamente humana. No solo es cosa de blancos y negros. Depende de la zona. En algunos lugares del sur, predominantemente negra su población, hay paz, tranquilidad y respetuosa convivencia. En Virginia los blancos reclaman superioridad, en Misisipi conviven en paz relativa. En California el problema es de los negros con los latinos, los mejicanos con los salvadoreños, los salvadoreños con los hondureños. Los de la 18 contra la 13.

La llegada de Trump a la Casa Blanca, después de Obama, es el retorno de la supremacía blanca. El regreso de la ola, con más fuerza. Dispuesta a no ceder nunca. Y como Estados Unidos es tan diverso, hay que esperar si, las fuerzas que han mantenido la frágil unidad, bajan la guardia, otra vez volverán a los sesenta del siglo pasado; pero sin los demócratas, que ignoran lo que están pasando y por ello, no reaccionan; más bien endosan indirectamente el comportamiento de Trump.

Algunos hablan de una conspiración de los más grandes millonarios, que quieren moldear de otra forma a los Estados Unidos, aunque para ello pierdan liderazgo en el mundo, barriendo la casa que, los extranjeros han convertido en su residencia, sin haberla construido siquiera. Hay más de 900 grupos calificados como de “odio”, que velan las armas, exageran las diferencias y se preparan para luchar. Armados como están, Trump que los usó para fines electorales, terminará siendo usado por el odio para destruir a los Estados Unidos. Marx creyó que los proletarios lo harían. Quienes lo harán serán las “tribus”, que se sienten diferentes, las iglesias que predican la superioridad de unos con los otros, a los elegidos contra los postergados, a los pálidos contra los negros, a los musulmanes contra los cristianos y a los latinos, divididos en nacionalidades artificiales. Y la ola, no solo empujará a Estados Unidos a su destrucción, sino que, además, el mismo odio –del humano que se siente amenazado por el diferente– crecerá en Europa, que como siempre, está más calificada que el continente americano, para el manejo del rencor. La guerra será en Europa; pero la hoguera llegará desde Estados Unidos. Que, en el siglo pasado, impuso la paz a una Europa sonámbula. Si los estadounidenses, no frenan a Trump; o este, no recupera la cordura, en vez de campeones de la paz, serán los príncipes de la guerra que incendiarán todos los campos de mundo. Dejarán de ser líderes, para iniciar su decadencia. Como Roma, Grecia, Inglaterra y Rusia. Así de simple.

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