Gallos de pelea
Gallos de pelea
Por Armando Cerrato
Los políticos de Honduras se comportan como galleros en un palenque y lanzan a la cancha como si fuesen gallos giros o colorados a tapudos que militan en las filas de sus partidos y que no miden los navajazos lanzados por sus espolones, de manera tal que lejos de herir al contrario lo hacen con todos los espectadores a su alrededor.
Los últimos debates en medios de prensa radial y televisiva entre miembros de partidos contrarios que creen que sus candidatos son lo mejor de lo mejor, se han lanzado picotazos, dado aletazos y herido con sus respectivas navajas en un pataleo por demostrar poderío electoral fuera de las urnas y antes de una verdadera elección.
Los gallos de pelea se dicen y contradicen tratando de demostrar quién es más corrupto que otro, quién ha robado más que el otro, quién ha matado más que el otro, y sin dejar entrever si quiera una propuesta lógica, razonable y plausible a la problemática nacional que es compleja y complicada en todos los aspectos.
Se olvidan estos contendientes de que el Presidente de la República, sea quien sea y del partido que sea, lo es de todos los hondureños honestos y corruptos, ladrones y honrados, de homosexuales y homofóbicos, de estudiosos y haraganes, de prostitutas y honestas, en fin, de todos los sectores que componen una sociedad.
En este olvido voluntario y sistemático algunos de los postulantes ya se ven en el poder ejerciendo su voluntad sin importar la búsqueda del bien común que es el fin que debe perseguir todo gobernante consiente de los deberes adquiridos a través del ejercicio de un derecho como es el de elegir y ser electo.
Por ello, es condenable el que un candidato se crea más honesto que los otros contendientes y pretenda comerse el mandado antes de cocinarlo sin meditar que puede sufrir una indigestión mortal para sus aspiraciones, sobre todo por faltar siempre a su palabra y desarrollar un don de la trivalencia, consistente en pensar de una manera, hablar de otra y actuar diferente.
Ese don de la trivalencia convierte a personajes faranduleros en cuasi políticos de oficio, aunque sean neófitos en el arte de tratar de gobernar un pueblo que requiere prudencia, decisión, valentía, audacia y conocimiento de la realidad social, de manera tal que las soluciones a los diversos problemas que se le presenten en el mandato sean solucionados acorde a la voluntad popular y no por improvisación, alegando ser profesional en una materia y no demostrarlo en la vida práctica porque se vive y sobrevive de una actividad diferente que alimenta su megalomanía y narcicismo.
Aunque soy partidario del respeto absoluto de la Constitución de la República y considero ilegal la reelección presidencial, no por la relección en sí, sino por la forma en que la misma se hizo viable, observando el panorama político actual de nuestro país con 9 partidos de oposición sin una tan sola propuesta lógica y viable de gobierno, casi que me atrevo a ir en contra de mis principios y justificar la reelección de Juan Orlando Hernández Alvarado, quien ha sabido ejercer el poder y pretende continuar con sus programas de gobierno que en el fondo no han sido del todo malos, si bien no suficientes ante la enorme problemática social, económica, política y cultural de la nación.
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