Espejo quebrado de Venezuela
Espejo quebrado de Venezuela
Por Segisfredo Infante
Cualquier marxista-leninista serio (o más o menos serio) denunciaría que Venezuela se encuentra en completa bancarrota. Incluso la denuncia podría salir de la boca de cualquier revolucionario más o menos honesto (sin necesidad de ser marxista), aun cuando ideológicamente se encontrara más perdido que una cabra en un despeñadero. Conviene recordar que Vladimir Ilich Lenin, máximo ideólogo del marxismo más o menos dogmático del siglo veinte, publicó un libro titulado “La Bancarrota de la Segunda Internacional”. Se refería, claro está, a la Internacional Socialista. El problema es que después de la muerte de V.I. Lenin los marxistas en general perdieron, bajo el supuesto liderazgo del dictador supremo maléfico Josif Stalin, toda capacidad de autocrítica sincera. A los “populistas” e “izquierdistas” (que tanto le repugnaban a Lenin) les ha encantado siempre criticar a todo mundo, y justificar, a pie juntillas, cada uno de sus errores, sean pequeños o garrafales.
Lo único novedoso de los “izquierdistas” letrados e iletrados actuales, respecto de aquellos que coexistían incluso en el interior del “Partido Bolchevique” de los tiempos de Lenin y Trotsky, es que los de ahora han sustituido toda ideología por el discurso de la ofensa escalonada contra el adversario, y por el simple ataque personal, venga o no venga al caso, utilizando una famosa falacia conocida como “argumentum ad hominem”, que aristotélicamente, o discursivamente, es inválida, en cualquier momento y en cualquier parte del mundo. Inclusive en sociedades que todavía creen ser “socialistas”, como en el caso de China Popular, con su capitalismo de enclave exitoso incluido, resulta que el ataque personal contra el individuo, desde el punto de vista lógico, es inválido. Pero es lo que se practica todos los días en Venezuela y en otras partes de América Latina, especialmente a partir del discurso tosco y mostrenco del comandante Hugo Chávez Frías, con un recrudecimiento atroz de las vulgaridades del señor Nicolás Maduro, cuyos seguidores son incapaces de auto-observarse en el espejo quebrado de su historia vieja y reciente.
Una noche entera de insomnio estuve más de diez horas escuchando los discursos autojustificatorios de la actual dirigencia venezolana en el canal internacional “Telesur” (porque siempre me ha gustado conocer, imparcialmente, las versiones de todos los bandos, tal como aconsejaba Sun Tzu, Carl von Clausewitz y otros teóricos de la política y de la guerra), y nunca, durante diez horas, escuché una sola autocrítica del gobierno de Nicolás Maduro y de sus secuaces incondicionales. Todas las desgracias económicas, financieras y políticas internas son producidas por culpa del “imperialismo yanqui” (viejo estribillo de la “izquierda” tercermundista), por la alianza de los países burgueses europeos interventores, y por causa de los opositores “derechistas”, que dicho sea de paso son fuertemente reprimidos (y más de cien veces asesinados) casi todos los días de la semana, soportando hambrunas, gaseadas, persecuciones, infamias y cárceles por doquier.
Cierto detalle singular que he podido observar es que el señor Nicolás Maduro ha comenzado a vestirse y a peinarse como Josif Stalin. El enorme problema es que por causa de su discurso altamente ofensivo, y su vaciedad conceptual, el señor Maduro no le llega ni al tobillo al supremo dictador Stalin. Con todas las malignidades luciferinas y los defectos imaginables o por imaginar, el señor Josif Stalin hizo crecer industrialmente a la ex–Unión Soviética, hasta colocarla casi a la par de Inglaterra y de los Estados Unidos de Norte América. De hecho Stalin era un admirador oculto del poderío estadounidense. Y nunca hablaba vaciedades cuando sobrentendía que muchos errores, como las grandes hambrunas en Ucrania y en parte de Rusia, habían sido provocados por las colectivizaciones agrícolas forzadas de algunos comunistas rusos. Por otro lado el mismo Nikita Kruschov (viejo seguidor de Stalin) aceptó públicamente, a mediados de los años cincuentas del siglo veinte, los grandes errores internos cometidos por el totalitarismo socialista ruso, sin echarle la culpa, en ningún momento, a los extranjeros ni mucho menos a los cuadros disidentes que prácticamente habían sido exterminados por el sistema estalinista.
En lo único que el señor Nicolás Maduro pareciera pretender igualarse con Josif Stalin, es con aquel cinismo extremo al momento de montar las purgas y los falsos procesos judiciales contra los supuestos adversarios ideopolíticos, tal como lo hicieron contra Nicolai Bujarin, un brillante ideólogo leninista, que cayó en las redes mortales de Josif Stalin y de la policía secreta estalinista. No hay que olvidar, en este punto, que la policía del señor Maduro ahora mismo acorrala y persigue a algunos viejos seguidores de Hugo Chávez. Así que también el hugochavismo se encuentra en plena bancarrota. Lo único que me resulta incomprensible en todo este contexto, es que los actuales dirigentes “comunistas” chinos, exitosos como nunca, se hayan involucrado en apoyos archimillonarios hacia un modelo venezolano archiquebrado. Pareciera que los dirigentes chinos ya olvidaron las jerigonzas inhumanas y anticulturales de la “revolución cultural china”, que contenía y escondía el fracaso económico y la verborrea “izquierdista”, estéril, del señor Limpiao y compañía.
Comentarios
Publicar un comentario