La salud en precario



La salud en precario

Por Carlos A. Medina R.

En todos los países del mundo donde hay sistemas de salud establecidos, los habitantes de dichas naciones siempre tienen quejas sobre las debilidades de las estructuras sanitarias, lo que nos dice a ciencia cierta, que no hay un sistema de salud perfecto, ya sea porque no hay suficientes fondos para mantenerlos económicamente o porque no existen los recursos humanos para apuntalarlos, y en muchas naciones está el elemento corrupción que nunca permite el éxito de ningún sistema.

En Honduras históricamente solo existe un momento en el cual se quiso establecer un orden en la Salud Pública, y fue en tiempos del doctor Enrique Aguilar Paz como secretario de Salud, que se rodeó de buenos asesores y desarrolló una visión y una misión que aunque tenía muchas falencias, mostró más fortalezas que se reflejaron en un mejoramiento en la salud del pueblo hondureño. La creación de una pirámide comandada por el Hospital Escuela, con hospitales regionales fortalecidos y con centros de salud atendidos por médicos (CESAMO) y los CÉSAR que fueron pequeños centros de salud atendidos por enfermeras, localizados en todo el territorio nacional, funcionaron en forma aceptable.

El sistema público de salud actual y el de los últimos años ha tenido fallas que pueden ser explicadas y entendidas por el público lector. En primera instancia el gobierno se ha comprometido a dar, además de asistencia en centros de salud de consulta externa y hospitalización gratuita, los medicamentos necesarios para el tratamiento de las muchas enfermedades que nos agobian; sin embargo, el presupuesto de Salud Pública se queda corto para la compra de medicamentos, pues el 90 por ciento se gasta en pago de personal médico, administrativo y de enfermería, y solo 10 por ciento se utiliza para medicamentos e infraestructura, y siempre existen elementos de corrupción que obnubilan el buen desempeño del Ministerio.

Existen otros factores que ahogan el sistema: el crecimiento exagerado de la población, una pobre estructura preventiva en salud y un presupuesto deficitario crónico. Todo este ramillete de verdades da por resultado que nuestro sistema de salud pública exhiba fallas que son notadas y lamentadas por toda la población. En tiempos del presidente Azcona, él invitó a varios pequeños inversionistas de la profesión médica a conformar un grupo, que con la ayuda de la Corporación Nacional de Inversiones (CONADI), constituyéramos la empresa HONDULAB para producir el cuadro básico de medicamentos de los hospitales y centros de salud.

Se formó la empresa, se consiguió el socio técnico y financiero de Argentina, Laboratorios BAGÓ; se edificaron las instalaciones y estábamos dispuestos a comenzar la tarea que entendíamos era muy patriótica. Al llegar el presidente Callejas al poder, disolvió HONDULAB, hasta ahora no entendemos por qué razones; donó el edificio a la Universidad Católica de Honduras, y los tres pequeños socios hondureños y el argentino, no solo perdimos parte del capital contribuido, sino que también una ilusión, acto que ahora lamentamos profundamente, pues estaría Honduras produciendo los medicamentos que ahora necesita el sistema de salud con tanta urgencia.

Muchos analistas financieros creen que el presupuesto de salud debería ser de 20 mil millones de lempiras para aumentar la oferta de servicios y darle al pueblo hondureño una mejor atención en salud; esto incluiría más plazas para médicos, ahora desempleados, más enfermeras y definitivamente suficientes fondos para llenar los cuadros básicos de medicamentos de hospitales y centros de salud, y apuntalar todas las debilidades de los hospitales que en muchos casos son tan básicas, como la falta de agua potable en las instalaciones de los mismos.

Los sistemas socialistas en lo que se refiere a salud, tienen muchas cosas positivas, pero también muchas falencias. Para el caso, Cuba y Canadá, cuyos sistemas hemos estudiado, ofrecen hospitalización gratis a los pacientes, exámenes laboratoriales y tecnológicos, y en el caso de Canadá los médicos tienen un tope en sus salarios, pero también como todo mundo que gana arriba de 100 mil dólares al año, tienen que pagar el 50 por ciento de sus ingresos al gobierno federal, provincial y de la ciudad en que viven, y no existen medicamentos gratis para los derechohabientes. En el caso cubano, los galenos ganan 15 pesos al mes, y solo aquellos que tienen la vocación de servicio, pueden servir a su país.

En nuestra querida Honduras necesitamos hacer énfasis en la medicina preventiva, porque somos un pueblo enfermo por nuestro analfabetismo, que produce una ignorancia y desidia generalizada, pero también necesitamos dar los servicios básicos de aguas negras y agua potable, cosas elementales que ni la capital de la República las tiene. Estamos pues, en pañales y necesitamos una verdadera política de salud, con compromiso gubernamental decidido, y con una población que hay que educar para que se una a los ejércitos de la prevención.

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