Insatisfacción política

Insatisfacción política

Por Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario

A las puertas de un nuevo año electoral, la ciudadanía se debate entre la incertidumbre y el desconcierto provocado por una clase política acostumbrada más a los espectáculos cirqueros que a la propuesta y al debate de las ideas, por lo que a menudo es difícil encontrar y distinguir por cuál de las alternativas decidir en el momento de ejercer el voto.

En medio de un panorama político desalentador, crece la insatisfacción social ante la falta de respuestas a sus principales problemas y exigencias, mismas que va camino a convertirse nuevamente en temas de campaña, una vez más los políticos del patio se las ingeniaran para vender ilusiones a cambio de votos.

Sería interesante, que ahora que se acerca la actividad proselitista, las empresas dedicadas a la medición de opinión pública, consultaran a la población sobre su grado de satisfacción con quienes administran y han administrado el sistema político del país.

Seguramente los resultados no serían nada diferentes a los que ya por lógica conocemos, salvo en la exactitud de los porcentajes, una considerable mayoría ratificaría su descontento con un liderazgo político que crece en influencia, poder y dinero a costas de una sociedad cada vez más pobre y con muy pocas posibilidades de desarrollo.

¿Cómo interpretar este malestar ciudadano con su clase política? Una pregunta que resulta importante de analizar y responder partiendo del hecho que cada vez en los procesos electorales, crece el número de votantes habilitados pero disminuye la participación ciudadana.

Basta remitirse a las estadísticas para corroborar el crecimiento del abstencionismo electoral, por ejemplo en las elecciones generales del 2005, con cinco partidos políticos en contienda, de 3,976.550 ciudadanos habilitados para votar, solamente 2,190.398 ejercieron ese derecho, ocho años después, en las generales del 2013, con ocho partidos en competencia, el Censo Nacional Electoral habilitó a 5,355.112 hondureños de los cuales votaron solamente 3,274.920 personas.

Por otro lado la corrupción pública agudiza el descontento social hacia las instituciones políticas y su liderazgo, el reclamo ciudadano de aplicar justicia contra grandes personajes no cala en las instituciones encargadas para tal efecto, y las organizaciones de sociedad civil ceden ante la impotencia que genera el clientelismo y la manipulación.

Finalmente, el crecimiento excesivo del Estado contrasta con el aumento de la brecha social y mientras más grande el gasto público, difícilmente se podrá garantizar la disponibilidad de recursos para atender sectores urgentes como seguridad, salud, empleo y educación entre otros.

¿Entienden los políticos este malestar social? Seguramente sí, pero está claro que para ellos no es un asunto de interés primario, cuánta vigencia tiene hoy en día una declaración del expresidente uruguayo José Mujica cuando dijo que “los políticos deben vivir como viven la mayoría y no cómo vive la minoría”.

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