“Que lo averigüe Vargas”
Por Noé Pineda Portillo
noepinedap@yahoo.com
Ahora con tanta confusión en el drama político interno y externo en nuestros países, con tanta criminalidad e impunidad, el volantín a la Constitución política y todo lo que nos sobrevendrá, la famosa expresión “que lo averigüe Vargas” parece tener nuevamente vigencia.
¿Pero de dónde viene tal expresión, que muchos manifiestan sin saber su contenido y procedencia? Pues bien, aunque la expresión ha sido más aplicable al lenguaje diplomático en su origen histórico, se lleva aplicar a los asuntos internos, cuando son misteriosos.
Así lo decía don Felipe II, Rey de España, a su consejero don Francisco de Vargas Mejía, cuando necesitaba saber el estado de algún asunto peliagudo.
Francisco de Vargas había nacido en Madrid en 1484. De notable familia, fue persona de gran influencia en la corte, perteneció al Consejo de Castilla con el emperador Carlos I, del que fue mano derecha, y después sirvió a Felipe II. Con el “Rey Prudente”, como se le conocía a este, desempeñó importantes misiones.
Tantas veces fue requerido por el rey con dichas palabras para indagar y resolver todo tipo de cuestiones, que la frase acabó usándose en los escritos en los que se solicitaba un informe, y después acabó siendo adoptada por el lenguaje para expresar situaciones en las que es muy difícil conocer algo y no merece la pena el esfuerzo dedicado para averiguarlo. Pero don Francisco sí dio respuestas a las cuestiones que su señor le formuló y, tras larga vida de servicio a España, se retiró y murió en el convento toledano de Sisla en 1560.
Don Francisco de Vargas fue un alto funcionario del reino, y aunque se dedicara a investigar lo que se le ordenaba, a desempeñar misiones en el extranjero, no puede ser considerado un espía, sin embargo, con el paso del tiempo, la dedicación exclusiva a menesteres parecidos ha convertido al espionaje en oficio.
Las naciones crean agencias para saber casi todo de los demás y sus empleados se dediquen a ello de forma muy profesional, pero no siempre fue así.
Sea cual sea, la opinión que de los espías se tenga, lo cierto es que en cualquier conflicto se han utilizado sin ningún tipo de consideración moral.
Napoleón Bonaparte usó de sus servicios, pero no se privó de decir: “Un espía es un traidor natural”; y su consideración por el público ha auscultado entre el desprecio por la deslealtad y la admiración por el riesgo al que se someten.
Al pleno siglo XXI a que hemos llegado, no existe ningún país en el mundo, por pequeño que sea, que no deje de hacer este tipo de indagaciones cuando sus intereses están en juego, ya se trate de delimitación de fronteras, de cooperación internacional, de nombramiento de connacionales en puestos internacionales claves, etc.
En la labor de asesoría o asistencia técnica o profesional, ya no solo se trata de una persona sino de equipos de personas que se especializan en la materia para dar los informes con mayor seguridad y profesionalismo.
Así que, en nuestro cambiante mundo de hoy, siempre seguimos con el famoso dicho: “Que lo averigüe Vargas”, porque la investigación en política como en cualquier otra ciencia siempre se pone en práctica.
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