EL FMI Y EL PAN DE LA POBREZA

EL FMI Y EL PAN DE LA POBREZA
DECÍAMOS ayer que para el gobierno es importante que el FMI extienda su certificado de buena conducta. Sin eso, se cierran las puertas de todo lo demás. Los préstamos internacionales y los desembolsos dependen de eso. Aparte de ello, es loable el esfuerzo por mantener el equilibrio en las finanzas públicas. Que las instituciones descentralizadas no caigan en la insolvencia. Así que es entendible la satisfacción de las autoridades económicas al haber obtenido una cuarta revisión del acuerdo. Trataremos entonces, de ilustrar al amable lector, en qué diferimos con las políticas del FMI, iniciando por decir que nadie está diciendo que, un país tan dependiente como el nuestro, puede darse el lujo de pelearse con estos señores. El país goza de una tasa de crecimiento aceptable -un 3.5%- cuando otros atraviesan por mayores dificultades incluso con tasas negativas.

Ello es bueno. Pero también el moderado crecimiento en la economía -sin menospreciar los esfuerzos del sector público- en mucho es por efecto de factores exógenos, pese a las medidas recesivas del FMI. Si no fuese por esos milagros caídos del cielo, las exigencias reductivas del FMI nos tendrían en depresión. Esos factores externos son, entre otros, la debacle de los precios del crudo que le ahorran al país más de la mitad del costo en la factura petrolera; la recuperación de los mercados norteamericanos que ayudan nuestras exportaciones y al sector de las maquilas; el incremento de las remesas familiares -este año se calculan en $4 mil millones de dólares- que fortalece las reservas internacionales; y los recursos frescos de los préstamos externos. (El endeudamiento hoy es superior a lo que era cuando condonaron la deuda). Solo este aspecto de las remesas, les da a los hondureños ingresos adicionales a cientos de miles de familias que compensan por la falta de generación propia. El nivel de desempleo del país sería alarmante si ese montón de gente no hubiera emigrado para encontrar trabajo en los Estados Unidos. Dicho lo anterior, en lo que diferimos con las políticas del FMI es que estas son restrictivas a la economía. La contraen no la estimulan. Van dirigidas a asfixiar la demanda interna y generar suficientes ingresos al fisco. Nosotros sostenemos que es una grosería castigar una demanda que fundamentalmente es de subsistencia. Que las políticas fiscales y monetarias deberían ir destinadas a mejorar la capacidad productiva del país, incentivar la iniciativa privada para crear fuentes de trabajo, estimular la inversión y resolver el problema de la escasez, incrementando la oferta no contrayendo la demanda. Eso es como pedir al que solo come un tiempo al día que se soque la faja.

Si las políticas fueran destinadas a incentivar el crecimiento de toda la economía -no solo la de los que ganan sino de los que pierden y de los que a duras penas sobreviven- no en castigar determinadas actividades, ello no solamente contribuiría a incrementar los ingresos familiares, a generar empleo para los desocupados sino, además, daría los suficientes ingresos fiscales al gobierno para sus gastos. Entre más sea la abundancia del pozo, mayor ingreso recibe el gobierno sin necesidad de aplicar una carga tributaria tan pesada. El fin es crear riqueza, no sacarle hasta la última tajada al escaso pan de la pobreza. Si el volumen de riqueza es mayor, con tasas menos onerosas el gobierno obtiene los mismos rendimientos. Al reducir esa pesada carga tributaria, la iniciativa privada se vuelve más competitiva y de esa expansión se genera empleo masivo. Una tabla tomada del Consejo Monetario Centroamericano indica que Honduras tiene la presión tributaria más pesada de la región con un 17.4% comparado a 15.7% de Nicaragua, 15.2% de El Salvador, 13.7% de Costa Rica, y 10.2% de Guatemala. Esto último lo vamos a analizar en otra ocasión.

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