Para comprender lo que pasa

Para comprender lo que pasa

Por Juan Ramón Martínez

La recta final del proceso electoral, obliga confirmar el compromiso de fortalecer la democracia y defender la superioridad de las instituciones, para de este modo, valorar la calidad de los candidatos. A estas alturas, es obvio que son candidatos democráticos, el del Partido Nacional y el del Partido Liberal. El de la Alianza, no se comporta como tal. Con la gravedad, que no solo su propuesta general está inclinada a la obediencia a una potencia regional no democrática, sino que además, el candidato mismo, no tiene criterio independiente. El candidato parece ser un hombre subordinado. Comprometido a repetir consignas y obedecer órdenes, locales y de gobiernos fracasados, cuyos paraísos falsos, en vez de dar esperanzas, transmiten la idea que nuestras vidas y bienes serán comprometidos.

La supuesta “varonilidad” suya –ofensiva para las mujeres–, es contradictoria, porque afirma que su gabinete lo definirán Zelaya, –verdadero destinatario de los votos que le depositen a él–, Xiomara Castro y Guillermo Valle. Votar por un candidato que confiese, tales debilidades, no es consistente con los valores de la democracia que, aunque imperfecta, es mejor que los fallidos esfuerzos “revolucionarios” que, desembocan en “populismos” de izquierda que, además de empobrecedores, constituyen una amenaza cierta en contra de la libertad.

Planteadas así las cosas, la pregunta es si, con nuestro voto, favorecemos la tranquilidad, el avance de nuestra democracia cuyas fallas conocemos, las reformas económicas, el desarrollo de una burguesía nacional que haga crecer la producción de riqueza, la generación del empleo, la distribución justa del producto social, y la tranquilidad de nuestras vidas y bienes. De esta manera el voto, tiene que guardar relación con nuestras vidas de forma que al ejercerlo, escojamos servidores, sirvientes nuestros, y no caudillos; que no defienden nuestra seguridad.

En este cuadro, podemos valorar las propuestas de los tres principales candidatos. Interrogándonos si respetan nuestros sentimientos. O, si por el contrario, quieren asustarnos, para que despavoridos les demos el voto, en robo en despoblado, durante la noche. Y con todas las ventajas del emboscado que dispara del monte. En el tema de la depuración policial por ejemplo, no se debe transgredir, el marco de la legalidad. Los tribunales, en caso de controversia, deben deslindar las cosas. Sin tener que engañar a los expolicías, que merecen respeto, como todos los demás compatriotas.

Aquí, en este escenario, es poco profesional, pretender atemorizar al electorado con el asunto de las maras. Ese es un problema de descuadre general de la sociedad, impulsado por la pobreza y el desempleo. Por lo que, es doblemente criminal querer politizarlo, comprometiendo a los compatriotas que viven al margen de la ley, como instrumentos de los que quieren meternos miedo, llevándolos al juego político. Los mareros no ganan nada impidiendo el ejercicio del voto. Motivarlos para que lo hagan, es criminal y ofensivo, porque conspira con la solución de una grave dificultad, y afecta al electorado, al inducirlo a que tenga miedo, deje de votar y facilite el control de los ilegales. Los políticos y los de las demás especies.

No hay que caer en la trampa. O en el juego de las manipulaciones emocionales. Evitemos a los que nos engañan; a los que nos ven como cosas; que menosprecian nuestro talento, y que quieren vía las emociones inducidas, volvernos pasivos “zombies” de los manipuladores. La política seria y democrática, busca la elevación del elector, lo respeta y lo considera como lo más importante. Cosa que es consustancial con el ejercicio democrático en que, después de los intereses de la patria, lo que valen son los de los hondureños. Y nosotros, no queremos destruir a Honduras, entregarla a otra potencia para que nos imponga sus gobernantes; o determine nuestros destinos. Honduras es nuestra. Y quien decide su destino, somos los electores que, con nuestros votos, elegimos a los gobernantes. Escogiendo a los más demócratas; a los que aseguran nuestra tranquilidad; nos dejan dormir seguros, porque no usan el miedo para llevarnos a votar. Y anticipan que mejorarán las cosas. Combatiendo, a la pobreza.

Finalmente, rechacemos a los que quieren suplantarnos. Los ganadores, los determinamos los electores y lo dice el TSE, no los candidatos. Los que se autocalifican como ganadores, nos irrespetan. Y, si nos irrespetan, no sirven para proteger nuestros intereses.

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