La reforma protestante y el liberalismo

La reforma protestante y el liberalismo

Por Antonio Flores Arriaza

Cuando Martín Lutero planteó sus 95 tesis el 31 de octubre de 1517 y las clavó en la puerta del templo de Wittenberg (Alemania), generó una revisión del pensamiento y las actitudes de la gente respecto a su sometimiento a la autoridad (la eclesial, en principio) bajo la cual el pensamiento y el comportamiento se someten voluntariamente o por temor. Y ciertamente por temor, ya que después vendría la terrible reacción del Vaticano con la persecución y ejecución de aquellos que buscaban libertad para buscar la verdad. Muchos fueron perseguidos por su deseo de saber, de buscar la verdad, de leer las Sagradas Escrituras en su propio idioma y, de esta manera, no depender totalmente de un sacerdote ya que las Sagradas Escrituras estaban en latín y griego, que no eran idiomas que la gente común pudiera conocer. Así que, el hombre común, quedaba sometido a la interpretación y la voluntad del sacerdote que solía abusar de su poder sobre la gente. Abusaban no solamente en el pensamiento, también robaban a la gente y se adueñaban de las propiedades. El clero poseía grandes propiedades y mucha gente eran empleados suyos. La dominación y la explotación era entonces, el resultado lógico.

Así que las creencias y tradiciones religiosas servían para sojuzgar a la gente. Muchas veces, estas creencias y prácticas religiosas no eran bíblicas, sino producto de la invención del Vaticano y hasta del sacerdote del pueblo que manipulaba las cosas a su conveniencia y, sobre todo, el miedo al castigo divino. Así que Dios se había convertido en un empleado de los sacerdotes. Algo que no era raro. Ya los egipcios lo habían sufrido por siglos.

En 1789 la Revolución Francesa explotó en la cara del rey de Francia y el pueblo exigió su “libertad, la igualdad y la fraternidad” entre los hombres.

Esta declaración es fundamentada en que todos los hombres nacemos iguales y que esa debe ser la expectativa del tipo de vida que debe prevalecer entre las personas. Sin embargo, esa proclama del pueblo francés que trajo la expectativa de libertad a todos los hombres del planeta, fue complementada con dos factores más. La Revolución Francesa también declaró: “Sin rey y sin Dios”. Es muy comprensible que el hombre ya no quiera tener un rey que lo explote. El Antiguo Testamento hace constar que la idea de tener un rey no vino de Dios, los hebreos le pidieron a Dios que les diera un rey como a los otros pueblos. Así que, siglos después, el hombre reconoce su error y expulsa la idea de tener un rey. Ya Dios les había advertido a los hombres que tener un rey solo les serviría para ser sojuzgados y explotados. Pero los hombres insistieron. La declaración “y sin Dios” requiere una explicación. Realmente la Revolución Francesa quiere liberarse del poder del Vaticano. El papa explotaba a la gente. Ya habían pasado por el horrible sufrimiento que la “Santa Inquisición” les había causado por querer leer la palabra de Dios en forma directa y no mediada por un sacerdote. El Vaticano desencadenó sobre ellos toda su furia mortal.

Así que, la reforma originada por Lutero generó cimientos para que el pueblo francés tuviera el valor de liberarse del dominio del poder vaticano. Auspició para que los aires de libertad para pensar, para informarse directamente, de poder aprender a leer, de verse con igualdad y no sometidos a jerarquías impuestas, a darse la libertad de elegir a sus líderes y de cambiarlos periódicamente para que otros tuvieran la oportunidad de liderar a la sociedad y transformarlas en base a las ideas y la libre participación. A la libertad para poder trabajar para quien desease y no tener dueños sobre sus vidas.

Lutero, entonces, fue la chispa que llevó a generar el liberalismo posterior en el cual se concibió y creó un estado liberal, en donde el hombre tenía derecho a la libertad para hacer su voluntad y no ser esclavo de otras voluntades.

Es notable observar cómo, los países europeos que dieron acogida a la reforma impulsada por Lutero, también fueron, y siguen siendo, líderes mundiales en donde la libertad y la igualdad es fundamental en la vida. Y, que eso, ha traído un notable desarrollo en su ámbito económico auspiciado por la economía liberal.

Lutero no fue político, fue teólogo, pero, en él podemos observar que los principios teológicos sí tienen el poder para transformar la sociedad. Que no son únicamente declaraciones para otro mundo, sino que su aplicación en este mundo traen poderosos resultados. El hombre fue creado para vivir en libertad, igualdad y como hermanos unos de otros.

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