La política: Su mala fama


La política: Su mala fama


Por Benjamín Santos
En Honduras existe la tendencia a reducir la política a lo que realizan los partidos. De ahí que la palabra politizar tiene una connotación negativa: cuando se dice que algo se está politizando quiere decir que ha caído bajo la manipulación de los partidos políticos para ponerlo al servicio de intereses sectarios. No es ese el sentido original y verdadero de la palabra politizar que es todo lo contrario: es poner algo al servicio y alcance de la sociedad en general, del bien común o de la polis como decían los griegos para designar la ciudad que fue la sociedad más grande que conocieron. Los partidos nacieron en la segunda parte del siglo 19 para canalizar el derecho al voto que se había extendido a los varones mayores de cierta edad y la política sin partidos se había practicado desde la antigüedad.
Hay otro sentido de uso corriente para designar la actividad política, es el sentido maquiavélico: la lucha por alcanzar, ejercer y retener el poder del Estado por cualquier medio, el único poder político, el poder de la polis. Con esta concepción se despoja a la política de dos elementos que le son esenciales: su vinculación con la ética como se estableció en Grecia y su vinculación con el bien común también de origen griego. Conviene aclarar que Maquiavelo (1469-1527) no fue el inventor del maquiavelismo, sino que como profundo conocer de las instituciones y de la cultura política de los romanos, convirtió en receta universal su manera de hacer la política. La desviación de la política de su sentido original la ha alejado de su nobleza original y la ha conducido al rechazo por parte de la polis, del pueblo. La política es para los pícaros, dicen. Si la política es la actividad orientada a la organización, conducción y regulación de la convivencia humana en una sociedad determinada, se concluye que su práctica no puede ser para gente de mala ley. Podemos decir que después de la religión es la actividad que requiere mayor inteligencia, mayor entrega y mayor preparación. Solo la entrega al servicio de Dios y de sus propósitos puede ser superior a la entrega sacrificada al servicio de la sociedad de la cual formamos parte.
Hay actividades que requieren vocación por parte de quienes la practican. La religión y la política están en primer lugar, pero podemos agregar todas aquellas vinculadas a la atención de los seres humanos: las ciencias médicas y la docencia, por ejemplo. La palabra vocación viene del latín vocare que significa llamar. Es, por lo tanto, un llamado interior, una exigencia de vida. Solo de esa manera es posible que los pueblos tengan políticos en el verdadero sentido de la palabra y no asaltantes del poder público para su servicio personal.
Parte del esfuerzo que debemos hacer es despojar a la política de sus concepciones distorsionadas y devolverle su sentido original: Una actividad noble, altamente ética, orientada a la conducción de la sociedad mediante el ejercicio responsable del poder público. Es bueno recordar lo dicho ahora que empiezan a aparecer los candidatos de los partidos que van a competir en las próximas elecciones. No es solo lucha por el poder y no se agota en lo que hacen los partidos políticos.
La política tiene que ver con la toma y ejecución de las decisiones de carácter colectivo y de cumplimiento obligatorio. Por eso resulta incomprensible la actitud de quienes dicen que no se meten en política, porque de todas maneras tendrán que cumplir las decisiones del gobierno que se elija en los procesos electorales. Lo que quieren decir es que no pertenecen a ningún partido y de repente que no votan en las elecciones, pero eso no los libra de que los alcancen las buenas o malas decisiones que se tomen. Es mejor participar bajo el riesgo de equivocarse que no hacerlo.
Finalmente la calidad de la actividad política depende de las instituciones del sistema que encabezan los órganos representativos de los tres poderes y, por supuesto, los partidos, pero también y quizá en primer lugar la calidad de quienes se dican a la política tanto desde el gobierno como de la oposición. Pero también cuenta la cultura política del pueblo, es decir de cómo la gente percibe el poder y cómo se comporta frente al mismo. Amén.

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