El chorizo

El chorizo
Editorial La Tribuna
SE esperaría que cualquier lugar agobiado por innumerables problemas derivados del escaso desarrollo económico, con pesadas cargas acumuladas, con la economía estancada, endeudado hasta la coronilla, con déficits fiscales y comerciales recurrentes, donde hay que recuperar décadas de tiempo perdido en conflictos, en reyertas, en vacilaciones y turbamultas políticas, bien podría –siquiera para disimular– evidenciar más compromiso con el trabajo. No hay pueblo del mundo que se haya levantado de su penosa postración si no a costa de duros sacrificios internos, de un régimen de disciplina en torno al propósito colectivo de superación y, por supuesto, la obligación de todos, sin privilegio, de agacharse a trabajar. En eso, en el ingenio creativo de su pueblo, en la entrega total a un plan nacional de transformación, ha consistido el milagro económico de esos países que lograron convertirse en envidiables potentados mundiales. Nada que ver con su tamaño, con la abundancia o carencia de recursos materiales. Sino con la voluntad de sus habitantes y el ahínco empeñado por salir del lodazal.
Dicho lo anterior –nada cuesta soñar despierto– regresemos a la realidad. Sin lugar a dudas los hoteles, los centros de entretenimiento, los demás sitios turísticos están de fiesta. Llegó lo que esperaban con ansiedad. El largo puente de la holganza comienza a mediados de semana y se extiende por varios días hasta inicios de la próxima. A alguien se le ocurrió que unir, en un chorizo, los feriados que caen en el mes de octubre facilita al vacacionista la forma de celebrarlos. Se honran en la fecha señalada –ilustraron los proponentes de la idea– pero se festejan en un gran puente, todos seguidos, sin parar. Como si eso fuera así, que un día sustituye al otro, dada la vocación al ocio de tanta gente. La realidad es que tanto en la fecha del feriado como el día postizo al que se traslada, sirve para divagarse y no trabajar. Benditos sean los codiciados feriados. No que importe que la gente ya no sepa, ni le interese, la razón por la cual se conmemora la fecha. Con lo que sufre la dinámica económica del país –exceptuando al sector turístico y actividades conexas, a las que el recreo cae como anillo de perlas– durante esos prolongados asuetos. El comercio en general que no tenga nada que ver con el turismo, las empresas, las industrias, las zonas productivas, los negocios, se paralizan durante este prolongado período de esparcimiento consagrado a los turistas criollos.
Los empresarios explican a sus agremiados que deben cerrar sus negocios porque los diputados legislaron que, “por fines turísticos, se decide unificar y trasladar, las festividades cívicas de los días 3, 12 y 21 de octubre a los días miércoles, jueves y viernes de la primera semana del mismo mes”. Mientras el sector empresarial se va de vacaciones a partir del miércoles, a mediodía, los burócratas amanecen de fiesta desde la madrugada del miércoles hasta que se cansen de tanto descansar. “El sistema bancario y financiero nacional estará cerrado al público los días 7, 8 y 9 de octubre, pero mantendrá abiertos algunos cajeros automáticos, para que tomen las previsiones pertinentes”. Saquen su dinerito ahorrado, pidan prestado o topen las tarjetas de crédito, que el Señor proveerá. Goce hoy y pague después. Sepan disculpar las ironías; de antemano sabemos que lo dicho en líneas anteriores es nadar contra la corriente.

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