Provincia universal

Provincia universal

Por Segisfredo Infante

Pareciera pretencioso. Pero si nunca lo proponemos nunca lo lograremos. Me refiero a convertir a Honduras en una provincia universal. Tal cosa es posible desde varias trayectorias hipotéticas, que incluyen lo económico de base, lo financiero, lo educativo, lo cultural pero, sobre todo, la posibilidad de pensar con sobriedad en cosas grandes para este periférico país. Para ello se necesita soñar y materializar sucesos con prudencia, mediante plazos que sean cortos, medianos y largamente estratégicos, sin confundir las prioridades en cada momento histórico. Claro está que en este punto crucial se presenta la dilemática de identificar tales prioridades y tales momentos oportunos, sin confusiones peligrosas, de acuerdo con las estructuras y coyunturas apropiadas. Es decir, se necesita de lucidez mental de parte de los líderes y dirigentes, y se requiere del indispensable consenso en unas pocas estrategias vitales de cobertura nacional, para bienestar de las mayorías y minorías.

Lo primero de todo es que debemos partir de la realidad hondureña. La nuestra es una provincia periférica y pobre, pero, potencialmente rica que, por analogía, como diría el historiador canadiense W. George Lovell, al estudiar a los habitantes de la “Sierra de los Cuchumatanes”, Honduras resultaría ser, desde nuestra perspectiva, “la periferia de la periferia”, pues desde los tiempos coloniales se localiza en los confines de dos periferias importantes: La de América del Norte y la de América del Sur. No es casual que la primera Audiencia de los Confines centroamericanos, a partir de las Leyes Nuevas de 1542, se estableciera en Comayagua y en la ciudad occidental de Gracias, casi simultáneamente. Desde entonces, o quizás desde los tiempos prehispánicos, Honduras es un punto estratégico-geográfico para lo bueno, lo ambiguo y lo malo. Pero dadas las características geológicas, hídricas y humanas de nuestro país, podríamos lograr en un plazo de doscientos años convertirnos en una provincia de importancia espiritual y económica universal, con un fuerte atractivo para las mentes más lúcidas del planeta.

Un segundo punto es que dadas las complejidades y limitaciones culturales del hondureño mestizo, habrá de ser harto difícil encontrar las coincidencias mínimas para consensuar las estrategias del despegue nacional, desde un punto de vista totalizador, que se desmarque de las ideologías y proyectos rencorosos y excluyentes. Por eso resultará indispensable que algunos individuos (de ambos sexos) se aproximen al saber filosófico y científico universal, sin chauvinismos o patrioterismos vacíos, que en nada contribuyen al bienestar del mayor número de compatriotas. Para este fin es indispensable desenamorarse, un poco, del ombligo meramente provinciano, y comenzar a leer y estudiar en serio las principales corrientes del saber filosófico, teológico y científico de todos los tiempos, que han prosperado en diversas partes del mundo, sin olvidar el fondo histórico de cada circunstancia de los países occidentales, cuya civilización global es el sustrato espiritual más importante del cual nunca deberíamos desarraigarnos. En este menester la búsqueda del equilibrio sapiencial y emocional se vuelve categóricamente indispensable.

Es difícil, lo he expresado en varios artículos, sugerir lecturas para que los jóvenes se aproximen sin prejuicios al saber universal. Pero se me ocurren en este momento los “Diálogos” de Platón. Las “Analectas” de Confucio. La obra de Aristóteles. Las reflexiones de San Agustín y de Moshé Maimónides. Lo mismo que las “Meditaciones” de René Descartes. Igual que el “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes. El “Príncipe Hamlet” de William Shakespeare. Las novelas principales de Franz Kafka. Las reflexiones de Albert Einstein y de Werner Heisenberg. Un poco de filosofía de María Zambrano y de Hannah Arendt. Algo de lógica filosófica de Kurt Gödel. Y algo de Martin Heidegger y George Steiner. Sin desestimar, para nada, a otros pensadores, científicos y poetas de primer orden, ya que varios de ellos son de nuestra particular predilección.

Me parece recordar que en algún momento Miguel Ángel Asturias sugería la posibilidad de repetir la experiencia griega en Centro América. Como trato de ser realista y la historia nunca se repite mecánicamente, podríamos comenzar por un intento de unificación de Honduras y Guatemala, por motivos y razones que he explicado y explicaré en otro momento, de cara al próximo “Bicentenario” independentista. Nada perderíamos con ciertas reaproximaciones geográficas, culturales, pacíficas y altamente cerebrales. En todo caso Honduras, como provincia universal, es un sueño que podemos cristalizar.

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