El X-0 del 26 de noviembre
El X-0 del 26 de noviembre
Por Héctor A. Martínez
(Sociólogo)
El presentador deportivo y “showman” de la televisión, Salvador Nasralla ha sido declarado como el candidato de la Alianza Opositora que deberá enfrentar al oficialismo en las justas electorales del 2017. La coalición ha logrado conjuntar a dos organizaciones políticas, más la figura protagónica de Nasralla, que ha quedado sin partido después que su contrincante, Marlene Alvarenga le hiciera oposición, tras una jugada de no muy clara elaboración, que ha dejado al fundador del PAC, sin bastón de mando y sin el trono del partido. Pero Nasralla no lo necesita: su opositora, se ha adueñado nada más que de las pegatinas y los sellos de la organización, pero se ha quedado sin votantes. Estos se irán, con seguridad, detrás del candidato de la alianza.
Los esposos Zelaya, líderes del partido Libertad y Refundación (Libre), han cedido las aspiraciones de Xiomara Castro, excandidata en las elecciones pasadas, para colocar en el podio a Nasralla, calculando las posibilidades del gane y negociando -seguramente- la rentabilidad política, una vez pasada la fiesta electoral. Los móviles de la propuesta, según parece, se deberían a la gran popularidad que tiene el presentador entre la juventud que le sigue domingo a domingo en los programas deportivos y de entretenimiento, a la que se sumaría, la masa de votantes de Libre, que colocaron a este novel partido, en el segundo lugar en las elecciones del 2013.
El pacto se engendra no por casualidad, sino por la torcedura de la Constitución que ha permitido al Presidente actual, postularse para cuatro años más y, según como están las cosas, podría emular a los demás mandatarios del Cono Sur latinoamericano, que, como todos sabemos, le han tomado un tremendo gusto a la práctica de adueñarse de la silla presidencial por más de una década.
Detrás del telón de aquellas doce horas decisivas del 26 de noviembre, los líderes de la Alianza Opositora deberán convencer a los votantes, no solo sobre las bondades de la fórmula, sino también para señalar los desaciertos del PN en el poder, en términos de indicadores sociales y cifras macroeconómicas; traduciéndolas y remarcándolas con vehemencia durante todo este tiempo hasta lograr un cambio de consciencia, empresa que no parece nada fácil en una sociedad analfabeta en términos políticos.
Para el candidato oficialista, las cosas son mucho más fáciles -a pesar de su impopularidad-, no porque “ha hecho bastante” como dicen los apologistas del régimen y la propaganda expresada en los medios de comunicación que sigue a los shows policíacos de los últimos días, sino porque cuenta en su haber con la maquinaria financiera del Estado, las subvenciones privadas, con una logística de avanzada, y con sacos de regalos al mejor estilo pueblerino, pero que tanto entusiasman a la plebe. El oficialismo cuenta, no solo con la cornucopia antes señalada, sino también con el control cuasi exclusivo de los medios periodísticos que terminará de achicar las posibilidades de la coalición opositora y magnificará las virtudes políticas del Presidente: nadie querrá quedarse fuera del crucero del poder. Es el mismo paisaje de aquel fatídico 2009, solo que esta vez, el continuismo cuenta con la aquiescencia de ciertos sectores que ya han hecho cifras para lo que vendría después de las elecciones.
Lo malo de la Alianza Opositora que deberá enfrentar a JOH y al círculo del poder, es que su propuesta de gobierno sigue siendo tan populista como el que más regalías, servicios gratuitos -como si alguien no los pagara-, facilismos y subsidios, entre otras cosas, rellenan la agenda política de la novedosa liga, en la que no logramos apreciar cómo se fortalecerá la economía de mercado, cómo se estimularán las inversiones y cómo se modernizará el sistema educativo para adaptarlo al sistema capitalista mundial que demanda por nuevas competencias.
Mientras aparezca ese domingo 26 de noviembre jugando al X-0, Nasralla -y la Alianza Opositora-, deberá hacer propuestas más serias, incluso que las del mismo JOH que se entretiene con los puntos sociales que afectan la inmediatez del ciudadano común y corriente. La impresión que tenemos sobre el oficialismo, es que su agenda obedece más bien a intereses ocultos y privados en donde priman las camarillas anexas al poder del palacio presidencial. En palabras más sencillas, significa que todos, sin excepción, están metidos en el mismo saco politiquero: lo inmediato sufraga la falta de visión a futuro, y la inconsistencia mental denota, a leguas, la carencia intelectual para establecer, a largo plazo, el camino por el que Honduras deberá transitar en los próximos veinte años.
Ni el oficialismo, ni la oposición -en la que se incluye al Partido Liberal-, quieren hablar de los verdaderos temas de país: todo se enmarca dentro de simples acepciones como corrupción, delincuencia, subsidios, reformas, leyes y más leyes.
Pero hay una agenda que nadie quiere tocar por temor a perder las elecciones. Y no es cuestión de agudeza mental: se trata de los grandes sacrificios que debemos hacer para sanear la economía y para revolucionar el sistema educativo. Es el gran reto del último X-0 de la Alianza Opositora.
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