Tarjeta roja a las tarjetas

Tarjeta roja a las tarjetas

Por: Julio Raudales
Una de las razones por las que Martín Lutero tuvo éxito al iniciar la Reforma Protestante del siglo XVI, fue por el apoyo decidido de los nobles alemanes que luego se contagió al resto de las vetustas y anacrónicas sociedades del norte de Europa.

En efecto, los señores germanos, ingleses y holandeses que habían regresado derrotados de las cruzadas en su intento por rescatar el Santo Sepulcro de los impíos otomanos y árabes, quedaron deslumbrados al descubrir las “ventajas” que les ofrecía el estilo de vida de los hijos de Mahoma.

Y no porque fueran polígamos y afectos a los placeres carnales que les contara Sherezade; el caso es que, a diferencia de la sombría y retrasada Europa, los ocupantes de Jerusalén habían florecido y vivían en opulencia gracias al comercio sin restricciones, al estilo de vida liberal que les producía el hecho de ser seminómadas, lo cual evitaba que hubiese alguien propenso a convertirse en rey o emperador y sobre todo, al descubrimiento de uno de los instrumentos más útiles que posee la humanidad para generar riqueza a gran escala: La tecnología del crédito.

No extraña entonces que los príncipes en Alemania estuvieran tan dispuestos a ayudar a Lutero si este abanderaba la lucha contra el dominio retrógrada de la Iglesia Romana de entonces, que influida por el dogma tomista, calificaba al crédito de “usura” y prohibía a los buenos cristianos cobrar una tasa de interés por el uso del dinero como mercancía.

Max Weber, uno de los filósofos más preclaros del siglo XX, aduce en su extraordinario libro “La ética del protestante y el origen del capitalismo”, que el desarrollo del norte de Europa obedece fundamentalmente al alejamiento de estas sociedades del influjo católico que permitió el surgimiento de un modo de vida basado en la libertad y búsqueda del crecimiento individual que propugna la tesis luterana.

La revolución industrial, el colonizaje de Norteamérica -muy distinto de la conquista del sur del continente-, el iluminismo francés y el advenimiento de la democracia liberal, son hijas de esa nueva forma de ver el cristianismo, en el cual la búsqueda del bienestar material no viola la moral y es considerada una forma de caridad.

Estos valores que del norte de Europa se trasladaron a Estados Unidos y Canadá, son compartidos ahora por las naciones que ven en el fomento a la libertad el mejor camino al bienestar.

Como dije arriba, el desarrollo de los mercados financieros es un factor clave si es que deseamos generar riqueza para todos de manera efectiva. Probado está hasta la saciedad, que poner demasiada cortapisa a los bancos y otras instituciones de ahorro y crédito, solo genera desconfianza y la huida de los capitales necesarios para generar empleo y riqueza.

Traigo todo lo anterior a discusión, porque resurgió durante la semana, la controversia que el gobierno había levantado debido a su intención de fijar una tasa de interés máxima a los emisores de tarjetas de crédito.

No voy a permitirme dudar, como han hecho otros, de la intención noble de quien insiste en implantar esta medida. Puede ser que lo que el Ejecutivo persigue sea proteger a los tarjetahabientes de la voracidad de los emisores, ya que de todos es conocido el alto porcentaje que llega a cobrarse por concepto de tasas de interés, lo cual sin duda es un factor de riesgo al bienestar de las familias hondureñas.

Pero tampoco puedo callar y con ello dejar de advertir a las autoridades lo erróneo de esta medida, pese a lo bien intencionada que podría ser.

¡Señores legisladores, fijar a la baja el cobro por concepto de servicios a las tarjetas de crédito, beneficiará a las personas con más capacidad de pago y afectará a los desposeídos!

Permítanme explicar lo anterior con un ejemplo: Para una persona que tiene un crédito de US$ 30,000, será fantástico que el gobierno aplique esta medida. Pagará menos por el uso de su crédito y ahorrará una buena cantidad de su ingreso.

Sin embargo, aquellas personas que tienen menos capacidad financiera, quienes ahora gozan de US$ 1,000 en concepto de crédito, las puertas se cerrarán. Los bancos no querrán prestarles ya que los consideran demasiado riesgosos y deberán acudir de nuevo al usurero quien le prestará a tasas mucho más altas.

Quizá haga falta una efectiva regulación y sobre todo, mayor y mejor educación financiera. Una buena legislación al respecto, debe evitar el acoso y los abusos por parte de los emisores de tarjetas para con los clientes. Pero colocar tasas de interés mínimas, es sacarle tarjeta roja al crédito y con ello a las posibilidades de acceso a los menos favorecidos.

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