Vodevil

Vodevil

Por Julio Raudales

Hace ya tiempo que me da miedo echarle el primer vistazo al periódico de la mañana. Cada vez que Ana Elsy envía sin falta a mi celular las cuatro primeras planas a las 5 de la mañana, no puedo evitar ir de sobresalto en sobresalto, de noticia en noticia alarmante cuando no espantosa.

Ya sé que siempre ha sido así; que las noticias buenas no son noticia y que lo que la gente desea por encima de todo es indignarse y escandalizarse. Y este deseo no ha hecho sino ir en aumento desde la aparición de las redes sociales y la dictadura de la exageración en el periodismo.

Y no quiero con esto hacer sátira o crítica de los buenos comunicadores, a propósito de su día, hay que resaltar la encomiable labor de quienes se esfuerzan día a día por traer la luz de la información a nuestro entendimiento.

Pero basta retroceder unos pocos años para comprender que la situación en Honduras no era tan diferente con Zelaya en la Presidencia, con el CAFTA recién aprobado, la deuda externa condonada y el sistema democrático, siempre criticado pero impoluto a los ojos de todos.

¡Cuánto nos movió la tierra y el corazón a los hondureños el mentado golpe de estado de 2009! Y, sin embargo, ¡Qué poco hemos aprendido!

Miro la primera plana del diario y lo único que me reconforta (me imagino que no soy el único) es el aspecto paródico de cuanto acontece, y que me impide tomármelo del todo en serio. Todo tiene un aire tan grotesco que cuesta creer que sea cierto y no una representación, una pantomima, una sátira.

Si bien noviembre de 2013 nos confrontó con una aparente nueva realidad multipartidaria, las cosas pronto volvieron a su sitio cuando el Tribunal (no) Supremo Electoral emitió su siempre interino veredicto y de ahí para acá retornamos poco a poco a la dictadura cuasi perfecta del bipartidismo.

La gente se indignó y no sin razón al descubrir con espanto el terrible saqueo del Instituto Hondureño de Seguridad Social. Salió a la calle al reclamo esperanzador de justicia. Fuimos felices por unos días, creímos que de verdad las cosas estaban cambiando, asomaba por una rendija del futuro la ciudadanía activa. Pero como casi todo en la historia de nuestra Hibueras, el reclamo se vulgarizó, se metieron los partidos políticos, el gobierno movió inteligentemente sus alfiles, caballos y torres y hasta allí quedó todo… en la nada.

Luego están las económicas, el FMI avala un programa que alcanzó sus metas de forma record. Y no es para menos. El país redujo en solo 2 años un déficit fiscal que rondaba el 8% a menos de 3% y con tipo de cambio “cuasi” fijo y política monetaria restrictiva. Claro, el costo lo pagan los contribuyentes y la productividad. Se ve claro en el decrecimiento simultáneo de importaciones y exportaciones y como las tasas de interés persisten en las nubes, aunque se pretenda bajarlas por la fuerza.

¡Y qué decir de las políticas! El pan nuestro de cada día. El menú partidario crece y este noviembre tendremos papeleta de diez, ¡Diez! Dos que no deberían si la ley se respetara, uno cambió de nombre, otro arrebatado a su “dueño” y los demás ingrávidos y gentiles, seguramente no llegarán al uno por ciento como en los comicios anteriores. Pero allí estarán, prestos a cumplir su misión en las mesas.

¡En fin! La mesa vuelve a estar servida. El plato está presto de nuevo para que desde palco o platea veamos desde ya, el ensayo de este vodevil de noviembre, en el que algunos se ponen y quitan las máscaras y quienes antes hablaban con admiración de Pinochet, hoy defienden la revolución del siglo XXI y los que antaño defendían la inviolabilidad del 239, hoy la vituperan aduciendo su inaplicabilidad.

Sí, todo desprende tal aroma de sainete, de vodevil, de esperpento o de lo que quieran, que eso es lo único que a muchos nos salva de la desesperación cotidiana. El problema aparece cuando uno ve imágenes del espanto vivido el segundo semestre de 2009. Porque unos días antes el circo era similar y ustedes ya conocen la historia.

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